Mientras se votaba el impeachment e ingresaba a los libros de historia como el único presidente en ser enjuiciado dos veces, Donald Trump miraba el procedimiento por televisión, aislado y en silencio, en una Casa Blanca casi vacía, según han descrito funcionarios y allegados.
La imagen contrasta con lo que fueron sus cuatro años de mandato, en los que lideró el discurso político nacional, pero ejemplifica a la perfección su nueva realidad.
La suspensión de sus cuentas en Twitter y otras plataformas parece haberlo privado de su herramienta más potente para controlar a los republicanos y aleccionar a sus seguidores.
Trump permanece, en sus últimos días, desafiante y hosco, indicó un exfuncionario de Administración a nuestra cadena hermana NBC News.
Miembros de su partido, funcionarios y asistentes lo han abandonado. Incluso la Casa Blanca ya está lista para el final de su presidencia: el Ala Oste se convirtió en una ciudad fantasma tras el ataque al Capitolio, y este miércoles empezaron a llegar las cajas de mudanza.
Parece liderar la partida la primera dama, Melania Trump, quien lleva semanas supervisando el envío de pertenencias, en secreto y poco a poco, a Mar-a-Lago y depósitos. “No está triste de irse”, dijo un funcionario a CNN.
Aún así, Trump mantiene un puñado de fervientes aliados y el apoyo de gran parte de la base republicana.
Es cierto que líderes de su partido le dieron la espalda, como la representante Liz Cheney, o evitaron tomar una posición pública, como el senador Mitch McConnell. Pero, al mismo tiempo, apenas 10 republicanos de más de 200 apoyaron el impeachment en la Cámara de Representantes. Y entre los votantes del partido, sólo el 17% cree que debería ser destituido, según una encuesta de Axios-Ipsos.
Algunos republicanos de la Cámara y el Senado creen firmemente que Trump seguirá teniendo peso en las elecciones de 2022 y 2024, incluso si es condenado por el Senado.
El presidente está enojado, de todas formas, porque incluso sus pocos aliados, tanto en el Congreso como en los medios de comunicación, no han montado una defensa muy contundente a su favor como sí ocurrió en el primer juicio político, dijeron asesores y colaboradores al diario The Washington Post y la agencia de noticias The Associated Press. El equipo legal tampoco tiene un plan para el proceso en el senado.
“Se siente cada vez más solo, aislado y frustrado”, un funcionario de alto rango.
Trump sólo ha aceptado en su círculo íntimo a quienes estén dispuestos a inmolarse en su nombre. Con los últimos sucesos, cada vez menos están dispuestos a hacerlo, indican analistas.
Y la última semana dejó una mancha imborrable en su nombre. Algunos asesores describieron el juicio político como un final triste e innecesario, impulsado por un presidente que no podía simplemente aceptar una pérdida, indicó The Washington Post.
“En lugar de celebrar los logros del primer mandato, todos miramos con horror mientras el Capitolio era atropellado”, dijo Kellyanne Conway, asesora de Trump desde 2017.
Aún no se da por vencido
El relativo silencio o soledad de Trump no debe leerse como una sumisión, dicen sus allegados. Más bien lo contrario: continúa aferrado a su falsa afirmación de que ganó las elecciones y se niega a renunciar.
Uno de los pocos confidentes de Trump en estos días ha sido el senador Lindsey Graham, republicano por Carolina del Sur, con quien compartió el viaje a la frontera de Texas en el avión presidencial Air Force One el martes.
“El presidente se ha enfrentado con la realidad de que se acabó”, dijo Graham, refiriéndose a la elección, “cree que le hicieron trampa, y nada va a cambiar eso”.
Trump sí ha hablado para despegarse de la violencia desatada hace una semana y denunciar censura por parte de las redes sociales.
Horas después del impeachment, apareció en un video condenado a la insurrección, mientras Washington D.C. se convierte en una zona de guerra ante las amenazas de sus fanáticos. “Jamás podría respaldar la violencia política”, dijo.
El mensaje no sólo llega una semana tarde sino que es la antítesis de su acalorado discurso ante sus seguidores el miércoles 6 de enero, en el que les pidió que “luchen de manera infernal”. Luego, irrumpieron el Capitolio, donde se debía declarar la victoria de Joe Biden, en un asedio que dejó cinco muertos.
Múltiples derrotas políticas y económicas
Trump acumula otras derrotas junto al doble enjuiciamiento, que marcarán su legado e imagen, como el fracaso de su Administración para contener la pandemia, su caída en las elecciones presidenciales y las divisiones que profundizó a nivel nacional. Además, deja el poder a sus oponentes. El Partido Demócrata cuenta ahora no sólo con la presidencia sino también con la mayoría en las dos cámaras del Congreso.
Una de las pocas defensas de Trump en la Casa Blanca proviene de Jason Miller, un asesor de campaña que argumenta que el impeachment terminará perjudicando a Biden y convirtiendo a Trump en un mártir.
Todo parece indicar que el presidente terminará su mandato sin ser condenado, ya que el Senado no tiene planes de reunirse a tratar su juicio político hasta el 19 de junio, un día antes de la posesión. Aún así, al presidente le preocupa el futuro de su fortuna y ha iniciado una campaña para rehabilitar su imagen.
Sus finanzas ya han recibido varios embates, como la decisión de la ciudad de Nueva York de dejar de tratar con su empresa y el anuncio de Deutsche Bank de que no financiará sus proyectos.
[Con música de Jennifer López y protegido por miles de soldados: así será la toma de posesión de Biden y Harris]
Entre otros recursos, Trump ha estado preparando una ola de indultos, incluso a miembros de la familia, según fuentes familiarizadas con sus planes. Incluso ha continuado esta semana discutiendo un perdón para sí mismo.
Con información de Associated Press, The Washington Post, NBC News, CNN y Axios.