La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca por segunda vez ha sido como una inyección turbo en el motor que mueve la agenda migratoria. Y en Texas, el acelerón ha sido evidente. Tras menos de una semana desde la toma de posesión, en el Estado, que es probablemente el mayor bastión republicano del país, han despegado los primeros aviones militares llenos de migrantes deportados, se han llevado a cabo redadas migratorias con agentes de múltiples cuerpos de seguridad y se han enviado cientos de soldados especiales y varias aeronaves para apoyar a la Patrulla Fronteriza. Promesas cumplidas, dice con satisfacción el presidente.

Pero los sucesos de la semana son más bien la primera confirmación de una estrecha alianza que se podía vislumbrar a partir de una larga serie de pistas que comenzaron durante la presidencia de Joe Biden, siguieron en la campaña y se intensificaron tras las elecciones. La última evidencia se dio en el discurso B de la inauguración de Donald Trump. En esas segundas palabras —que pronunció una hora después del juramento del cargo y fueron improvisadas especialmente para el público de fieles seguidores que no pudieron entrar al evento principal después de que fuese trasladado por el frío a la Rotonda del Capitolio— el nombre del gobernador de Texas, Greg Abbott, fue bañado en elogios. En primera fila, el sonriente Abbott, que acaba de cumplir 10 años al frente del Estado, asentía mientras Trump celebraba las políticas migratorias y económicas que el gobernador ha implementado y auguraba cuatro años de entendimiento y cooperación absoluta entre Washington y el segundo Estado más poblado después de California.

La nueva etapa de cooperación fue inaugurada de manera oficial el viernes pasado con una publicación en X de Karoline Leavitt, la secretaria de prensa de la Casa Blanca. “Los vuelos de deportación han comenzado”, anunciaba el texto que acompañaba dos fotos de un par de filas de hombres esposados encaminados a abordar un avión militar en la base militar de Fort Bliss en El Paso, Texas. Más adelante se informó de que fueron tres aviones, dos militares y uno charter, los que llevaron a 265 guatemaltecos de vuelta a su país. Aunque no haya evidencia de que las fuerzas estatales tuvieron un papel esencial en la operación, se realizó en una base militar de Texas.

El domingo, sin embargo, la comunicación de las primeras redadas masivas en el Estado eliminaron las dudas sobre el trabajo conjunto entre Texas y la Administración de Trump. De acuerdo a un portavoz del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), agentes de múltiples agencias federales llevaron a cabo operaciones migratorias en, por lo menos, Austin, San Antonio y el Rio Grande Valley dirigidas a “extranjeros potencialmente peligrosos”. Por ahora no hay información sobre los detenidos en la operación, ni cuántos han sido ni de qué habrían sido acusados.

Por el momento, los objetivos de las deportaciones son personas extranjeras que hayan cometido algún delito, por lo que la cooperación de autoridades locales habrá sido crucial, pues son ellos, en particular los alguaciles que manejan las cárceles locales, quienes tienen las bases de datos con toda la información que facilita estas detenciones. Esta es una práctica que ya existía, pero que se ha reforzado en la última semana. De acuerdo a los datos de la Casa Blanca, se han hecho alrededor de 600 arrestos migratorios diarios desde mediados de la semana pasada, casi el doble que el promedio que dejó la Administración Biden. Las cifras que da ICE se acercan a mil detenciones en un día.

Pero en Texas, además de una operación de deportación masiva, hay 2.000 kilómetros de frontera que blindar. A este efecto, el lunes Abbott hizo el anuncio más claro de la cooperación con Trump hasta el momento. El gobernador dijo que estaba enviando más de 400 soldados de Houston y Fort Worth a la frontera para colaborar con los agentes de la Patrulla Fronteriza. Además, Abbott dijo que también enviará aviones C-130, que pueden despegar y aterrizar en terrenos irregulares, y helicópteros Chinook. Las tropas, que forman parte de una unidad denominada Fuerza Táctica Fronteriza de Texas, se unirán a las ya desplegadas en la frontera a través de la misión de seguridad fronteriza del Estado, la Operación Lone Star, que Abbott inició en 2021 en respuesta a las políticas de inmigración de la administración Biden. La administración Trump también envió la semana pasada 1.500 soldados en servicio activo.

“Texas tiene un socio en la Casa Blanca con el que podemos trabajar para asegurar la frontera entre Texas y México”, aseguró Abbott en el comunicado donde anunció el envío de las tropas. “Agradezco al presidente Donald Trump su liderazgo decisivo en la frontera sur y espero trabajar con él y su Administración para asegurar la frontera y hacer que Estados Unidos vuelva a ser seguro”, agregó.

Al igual que este segundo mandato de Donald Trump, las muestras de sintonía entre Washington y Austin, la capital administrativa de Texas, apenas comienzan. El Estado sureño, hogar de unos 5.5 millones de inmigrantes, con y sin papeles, ha firmado una ley que obliga a las administraciones locales a colaborar en materia migratoria con los agentes federales y también se ha ofrecido ser la base de operaciones para el plan de deportaciones.

El País