En uno de los anuncios de la campaña de Joe Biden, el ahora presidente electo de Estados Unidos prometió un “nuevo mundo futuro” si la población votaba por el “honor”, la “decencia”, el “respeto al cargo” y la “verdad”.
La restauración de la “verdad” fue ilustrada en el anuncio por una fotografía del atril en la sala de reuniones de la Casa Blanca, que bajo el presidente Donald Trump ha sido utilizado para difundir falsedades y socavar la credibilidad de un medio de comunicación al que sus asesores se han referido como el “partido de la oposición”. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, por ejemplo, recientemente se negó a aceptar una pregunta de un corresponsal de la CNN, diciendo: “Yo no llamo a los activistas”.
Fue en la sala de reuniones dondecoronavirus-ee-uu-trump-sugiere-inyectar-desinfectante-enfermos-matar-virus_0_Kyr2jtcoz.html” target=”_blank” href=”https://www.clarin.com/mundo/coronavirus-ee-uu-trump-sugiere-inyectar-desinfectante-enfermos-matar-virus_0_Kyr2jtcoz.html”> Trump sugirió que una “inyección interior” en el cuerpo humano con un desinfectante como la lavandina o el alcohol isopropílico podría ayudar a combatir el coronavirus. Y también donde su primer secretario de prensa, Sean Spicer, marcó el tono de la administración cuando afirmó falsamente que la multitud en la ceremonia de asunción del republicano, en 2017, era la “mayor audiencia que jamás haya presenciado una toma de posesión, tanto en persona como en todo el mundo”.
La relación entre una oficina de prensa de la Casa Blanca que busca retratar al presidente y sus decisiones de la mejor manera posible y los medios de comunicación que tratan de separar los hechos de la voluntad, seguramente será conflictiva.
Pero Biden entra en la oficina con la intención declarada de restaurar la credibilidad del gobierno. Y de la sala de reuniones. Sus asesores han dicho que el equipo de comunicaciones se esforzará por volver a la “normalidad” anterior. Y eso parece reflejarse en el equipo de comunicaciones que anunció esta semana.
Jennifer Psaki, secretaria de prensa
La elección de Jennifer Psaki, de 42 años, veterana de la administración de Barack Obama, generalmente es considerada por los reporteros como justa y accesible, ya que su principal portavoz encarna ese enfoque de retorno a la normalidad.
Psaki, ex directora de comunicaciones de la Casa Blanca y vocera del Departamento de Estado, no trabajó en la campaña de Biden. Pero fue traída por dos importantes asesores del presidente electo, Jeffrey Zients y Anita Dunn, para ayudar con la transición.
La decisión de Biden de nombrar a Psaki como secretaria de prensa, un rol en el que se convertirá en una de las caras más reconocibles de la nueva administración, se tomó en una serie de reuniones durante los últimos 10 días.
El futuro mandatario, dijeron los funcionarios, se sintió particularmente atraído por Psaki respecto de sus antecedentes en el Departamento de Estado. Allí, trabajó bajo la dirección del canciller John Kerry y se sintió cómoda dando sesiones informativas de 90 minutos sobre temas de política exterior, como una disputa sobre el Mar de China Meridional.
En la Casa Blanca, Psaki tiene la intención de volver a realizar la sesión informativa diaria para la prensa, que ha sido prácticamente eliminada en los últimos cuatro años. Sin embargo, no está claro cuándo podrían reanudarse, dadas las limitaciones de la pandemia de coronavirus.
Sin embargo, mientras la administración entrante se prepara para lanzar una vacuna contra el covid y convencer a más de 300 millones de estadounidenses de que es segura, Psaki, según sus colegas, considera que una parte central de su trabajo es restaurar la fe en las palabras que se pronuncian desde detrás del atril.
“Los juegos de payasos han terminado”, dijo Susan Rice, quien fue asesora de seguridad nacional de Obama. “Jen representará el profesionalismo, la decencia y el compromiso con la transparencia que ha sido un sello distintivo de la carrera de Joe Biden”, elogió.
La secretaria de prensa de Trump, McEnany, por el contrario, se centró en permanecer en el círculo íntimo del presidente y mostró pocos esfuerzos para ser accesible a los reporteros o para difundir información precisa. Psaki planea tener un enfoque diferente, según los funcionarios de transición de Biden.
En el Departamento de Estado, señalaron, Psaki trasladó la oficina del vocero, que había estado en el sexto piso, donde era inaccesible para los reporteros, para estar al lado de la sala de prensa.
“Creo que ella aporta tanta experiencia en ese edificio como nadie ha aportó nunca”, opinó Robert Gibbs, que fue el primer secretario de prensa de Obama en la Casa Blanca. “El mundo que esta administración hereda tiene más desafíos que cualquiera en casi un siglo. Tener una voz firme y experimentada detrás de ese atril les vendrá bien”.
Desde que dejó el gobierno, Psaki ha trabajado como vicepresidenta principal y directora gerente de la oficina en Washington de Global Strategy Group, una firma de relaciones públicas que trabaja con clientes corporativos, sin fines de lucro y políticos, y fue directora de WestExec Advisors, una firma consultora fundada por Antony Blinken, el futuro secretario de Estado de Biden.
Psaki, graduada del College of William and Mary, fue recientemente becaria no residente en el Carnegie Endowment for International Peace, un centro de estudios con sede en Washington, y colaboradora remunerada en la CNN, puesto que dejó en septiembre.
Se espera que tenga acceso a Biden, a quien conoce desde hace 12 años.
Kate Bedingfield, directora de comunicaciones
Kate Bedingfield ha pasado los últimos dos años como una de las caras públicas más visibles de la campaña de Biden. Como directora de comunicaciones, ayudará a dar forma al mensaje, para el presidente y la Casa Blanca.
Biden es conocido por recurrir a asesores leales, y Bedingfield ha sido una ayudante de confianza desde 2015, cuando se unió al personal del entonces vicepresidente como directora de comunicaciones mientras él consideraba la posibilidad de presentarse a la presidencia en 2016.
Fue subdirectora de campaña y directora de comunicaciones durante la campaña electoral este año. En ese rol, a menudo aparecía en televisión como sustituta de Biden, a veces desde su dormitorio a causa de la pandemia.
Con Bedingfield dirigiendo la operación de comunicaciones, el mensaje de la campaña de unificar el país se mantuvo consistente desde el día 1 hasta el día de las elecciones, incluso en medio de las críticas y las dudas de algunos demócratas.
Durante la campaña, se vio obligada a sortear una serie de retos de relaciones públicas, incluidos los ataques de Trump y sus aliados al hijo de Biden, Hunter, y sus negocios en Ucrania. Bedingfield y su equipo no dudaron en presionar a los reporteros sobre las elecciones de palabras que hicieron al describir las acusaciones infundadas contra Biden y su hijo.
Bedingfield también fue acusada de tratar de crear argumentos positivos para Biden después de que terminó cuarto en las asambleas electorales de Iowa y quinto en las primarias de New Hampshire, puntos bajos en la campaña de Biden que en ese momento plantearon srias dudas sobre su camino hacia la nominación presidencial demócrata.
“El trabajo que hizo en la campaña está subestimado”, dijo Jennifer Palmieri, quien se desempeñó como directora de comunicaciones de la Casa Blanca para Obama. “Cuando un candidato llega con las expectativas y la experiencia de Joe Biden y luego cae tan dramáticamente como él, donde quedó en cuarto y quinto lugar, mantener una campaña unida y mantener al candidato enfocado y optimista es una tarea muy difícil”, señaló.
Bedingfield, de 39 años, que creció en el área de Atlanta y se graduó en la Universidad de Virginia, trabajó en la campaña presidencial de John Edwards en 2008 y en la Casa Blanca de Obama durante su primer mandato.
Más tarde trabajó como vicepresidenta de comunicaciones corporativas para la Motion Picture Association of America y como vicepresidenta de comunicaciones para Monumental Sports & Entertainment, que es propietaria de los Washington Wizards de la NBA, los Washington Capitals de la NHL y los Washington Mystics de la WNBA.
Karine Jean-Pierre, la principal secretaria de prensa adjunta
El presidente electo es un institucionalista, un centrista que hace tratos y un consumado conocedor de la política que ha contratado a varios asesores de alto nivel con antecedentes arraigados en los corredores tradicionales del poder de Washington.
Uno de sus recién seleccionados asesores de prensa aporta una perspectiva notablemente diferente al equipo.
Karine Jean-Pierre, quien fue nombrada la principal subsecretaria de prensa de Biden, ha tenido varios roles gubernamentales y de campaña. Pero también está empapada del activismo progresista de base, como antigua jefa de asuntos públicos del grupo liberal MoveOn. También es antigua analista política de NBC y MSNBC.
Jean-Pierre también habló de su creencia en cuanto a que su identidad como mujer negra, hija de inmigrantes haitianos contrasta con la retórica divisiva y a veces racista promovida por Trump.
“Soy todo lo que Donald Trump odia”, dijo en un video que hizo para MoveOn. “Soy una mujer negra, soy gay, soy madre. Mis padres nacieron en Haití”.
Jean-Pierre, de 46 años, sirvió en la Casa Blanca de Obama y trabajó en las campañas del ex presidente en 2008 y 2012. También fue directora adjunta de la campaña presidencial infructuosa de Martin O’Malley, ex gobernador de Maryland, en 2016.
Pero no fue miembro original de la campaña de Biden, ya que llegó como asesora principal la primavera (boreal) pasada, después de que Jennifer O’Malley Dillon fuera contratada como directora de campaña.
Jean-Pierre más tarde se desempeñó como jefa de personal para la compañera de fórmula de Biden, la senadora Kamala Harris. Ese trabajo le dio acceso a la candidata, pero no le exigió que se involucrara en el enfrentamiento diario con los periodistas que podría tener que hacer en su nueva función, en la que se espera que trabaje en estrecha colaboración con Psaki.
Jean-Pierre, graduada del Instituto de Tecnología de Nueva York y de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de Columbia, se introdujo en la política de Nueva York.
“Ella traerá estabilidad, uniformidad”, dijo Leah Daughtry, veterana estratega demócrata que conoce a Jean-Pierre de Nueva York. “También trae su propia experiencia como hija de inmigrantes, como alguien de la comunidad queer, como alguien que es neoyorquina”.
Symone Sanders, vocera de Kamala Harris
Mientras Biden se deleitaba con sus victorias del súper martes en marzo, en un discurso en California, dos manifestantes amenazaron con arruinar el momento, subiendo al escenario con el candidato que acababa de imponerse en las elecciones primarias del partido en varios estados.
Symone Sanders no perdió el tiempo. Fue hacia adelante y, con la ayuda de la esposa del candidato, Jill Biden, y varios ayudantes, se llevó a uno de los manifestantes.
Sanders no es ajena a las peleas en nombre de su jefe. Se desempeñó como asesora principal de la campaña presidencial de Biden, y surgió como una prolífica sustituta en conferencias de prensa y en las redes sociales.
Ahora será asesora principal y portavoz principal de Harris, a quien acompañó durante las elecciones generales, viajando con ella y ayudando en los preparativos del debate que mantuvo con el actual vicepresidente Mike Pence. Se espera que Sanders desempeñe un papel clave tanto en la dirección de la operación de prensa como en el asesoramiento, mientras Harris lleva a cabo sus propias iniciativas como vicepresidenta.
“Será capaz de trabajar en ambos mundos muy, muy bien”, dijo el representante Cedric Richmond, quien será asesor senior de Biden en la Casa Blanca.
Sanders, de 30 años, nativa de Nebraska, habla con fluidez tanto el idioma de la izquierda como el discurso de Internet -en contraste con algunos de los asesores de Biden que llevan más tiempo en el cargo- y fue un importante punto de contacto para varios grupos políticos clave durante la carrera.
Pero ella no tiene las décadas de campaña tradicional y experiencia en Washington que muchos otros en la órbita del presidente electo. De hecho, entró a la campaña de Biden después de trabajar como secretaria de prensa para la campaña presidencial del Senador Bernie Sanders en 2016, cuando tenía 25 años.
Sin embargo, una combinación de lealtad a Biden y una perspectiva diferente de muchos en su círculo íntimo ayudó a esta mujer a convertirse en una voz importante y respetada en la campaña, y fue mencionada como posible secretaria de prensa de la Casa Blanca.
En la oficina del vicepresidente, Sanders trabajará estrechamente con Ashley Etienne, la directora de comunicaciones de Harris, veterana de la administración Obama.
Este año, Sanders, graduada de la Universidad de Creighton, publicó un libro titulado “No, You Shut Up: Speaking Truth to Power and Reclaiming America”. También ha realizado trabajos de consultoría en comunicaciones estratégicas.
“Las personas más calificadas para el trabajo también son mujeres”, dijo recientemente en una entrevista. “Eso es histórico. No hace mucho tiempo, los poderes públicos no nos habrían elegido”, concluyó.
Por Annie Karni, Thomas Kaplan y Katie Glueck
Clarín