En la recta final de cara a las elecciones presidenciales de Estados Unidos el próximo 3 de noviembre, la expectativa está en un nivel pocas veces visto. Se espera una cantidad récord de votantes, un fenómeno impulsado en gran parte por la figura altamente polarizante de Donald Trump.
Pero por debajo de esa excitación y fervor circula también una corriente de tensión y ansiedad frente a un temor que flota en el aire: la posibilidad de que el presidente desconozca el resultado de las urnas si pierde, y no conceda la victoria a su rival, el candidato demócrata, Joe Biden.
El temor y la preocupación frente a esta posibilidad no están basados solamente en el aire de tensión que se respira por estos días en un país dividido, sino en el hecho de que el mismo Trump ha dicho, tanto en la campaña de 2016 como en la actual, que su actitud frente a la posibilidad de un resultado adverso está lejos de ser la de aceptación resignada.
Cuando el periodista Chris Wallace, de la cadena Fox News, le preguntó en una entrevista en julio de este año qué haría si perdiera las elecciones, Trump dio algunas vueltas y finalmente dijo que “tendría que ver”. “No puedo decir que sí los voy a aceptar, o que no los voy a aceptar”, agregó.
En una muy comentada intervención en un acto de campaña en Ohio en 2016, Trump comenzó su discurso haciendo de cuenta que tenía una noticia de último momento para contarle a la multitud. “Tengo un anuncio para hacerles: prometo a mis seguidores, y a todos los habitantes de EE.UU., que aceptaré los resultados de esta grandiosa elección”, afirmó, antes de detenerse y marcar con el índice en el aire sus tres palabras finales.
“Si…..yo…..gano”, exclamó, ante la erupción de los gritos de sus seguidores.
Desafío a las instituciones
Si bien la Constitución y las leyes de Estados Unidos han estipulado de forma detallada cómo es el proceso electoral, y cuáles son sus tiempos, en ningún lado dice explícitamente que debe existir una transición ordenada de poder.
Una cuestión anunciada sin matices ni posibilidades de eludir es que el mandato del presidente de los EE.UU. concluye el 20 de enero de 2021, que es el día que por ley deben asumir el próximo presidente y el vicepresidente. Trump dejará de ser presidente ese día sin importar lo que pase en los comicios, pero, si pierde y no reconoce el resultado, ¿sería capaz de presentarse ese día a alegar que debería ser él a quién le toman juramento?
Para los especialistas, los pasos que podría seguir Trump y sus abogados para disputar el resultado de los comicios se sucederían en los 79 días que transcurren entre el día de las elecciones y el día de la asunción.
Durante ese tiempo, se sucederá el recuento, que durará entre el 4 de noviembre y el 14 de diciembre, que es el día en que se reúnen los miembros del Colegio Electoral para emitir sus votos y así consagrar al próximo presidente de Estados Unidos.
La última instancia del proceso electoral previo a la asunción será el 6 de enero de 2021, cuando los miembros de la Cámara de Representantes y el Senado se reúnan para contar los votos de los electores y anunciar de forma oficial al próximo presidente del país.
Todos los expertos coinciden en que la táctica que seguiría Trump sería la de plantear desafíos jurídicos buscando impugnar los resultados en ciertos Estados. En este sentido, lo más probable sería que apunte a condados demócratas en donde su campaña detecte supuestas irregularidades, y le pida a un juez que cancele los resultados.
Siempre asumiendo que este sería un planteo de los abogados de Trump, la denuncia podría alegar que el hecho de los puestos de votación se mantuvieron abiertos por demasiado tiempo, o, al revés, que ciertas boletas que entraron un poco tarde fueron rechazadas y no se las contó.
El caso que aparece como el antecedente más cercano es el caso de la elección de 2000, entre Al Gore y George Bush. Recordemos que los comicios de ese año se concentraron en la disputa de los votos de Florida. Fue el demócrata Al Gore quien recurrió a los tribunales, pidiendo un recuento manual debido a la exigua diferencia que hubo entre ambos candidatos en ese Estado.
El caso finalmente fue resuelto por la Corte Suprema. El 9 de diciembre, el tribunal máximo del país ordenó que se detuviera el recuento, y accedió a escuchar presentaciones de ambos lados. La cuestión central era los tiempos, dado que no estaba claro que se podía completar el recuento en los tiempos estipulados por la Constitución.
Luego de escuchar a los abogados de Gore y Bush, la Corte falló 5 a 4 en la afirmación de que los recuentos no podían completarse a tiempo de acuerdo a la ley del Estado, en efecto dándole el triunfo a Bush.
Si bien la decisión generó un amargo enfrentamiento entre los miembros de la minoría y la mayoría, Al Gore reconoció su derrota el 13 de diciembre, en una histórica declaración televisiva donde dijo lo siguiente: “Si bien disiento absolutamente con la decisión de la Corte Suprema, la acepto”.
En el caso de Trump, los expertos admiten que, si bien, existe el riesgo de que haya disputas en el caso de que los guarismos sean estrechos, las probabilidades de que prosperen son escasas. Eso por supuesto no elimina la posibilidad de que el presidente movilice a sus seguidores, lo que sí podría generar disturbios o enfrentamientos en las calles.
Fuente: Clarín