Un equipo de vacunación contra el COVID-19 en un hospital se presenta en la sala de emergencias para vacunar a los empleados que no han recibido sus inyecciones.

Al encontrar solo unos pocos empleados, los vacunadores se preparan para marcharse cuando un médico de emergencias sugiere que las dosis restantes sean administradas a pacientes vulnerables o empleados no sanitarios del centro. Los vacunadores se niegan, argumentando que esto violaría la política del hospital y las pautas estatales.

Indignado, el médico se dirige a un funcionario de mayor rango en el hospital, y este da el visto bueno para que los vacunadores utilicen el resto de las dosis.

Pero para ese entonces, el equipo de vacunadores ya se ha marchado y, siguiendo los protocolos, las dosis restantes terminan en la basura.

¿Es este un incidente aislado? Pues no lo es, dijo a NBC News, la cadena hermana de Noticias Telemundo, el doctor Ashish Jha, decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown.

“Este tipo de cosas es bastante rampante”, dijo Jha. “Docenas de amigos médicos en diferentes estados me han contado personalmente historias como esta de cientos (si no miles) de dosis que se desechan en todo el país todos los días. Es increíble”.

Jha dijo que el médico de emergencias cuya historia contó en un hilo de Twitter esta semana, pidió no ser identificado, pero su caso, que fue visto por miles de personas, resonó con otros profesionales médicos frustrados por las reglas y regulaciones que, según dicen, están dificultando la vacunación de más estadounidenses.

Las vacunas tienen una vida limitada

¿Por qué está pasando esto? Las vacunas contra el COVID-19 tienen una vida útil corta una vez que se descongelan para su uso, dijo Jha. Y debido a los mandatos federales y estatales, los hospitales y otros proveedores de atención médica prefieren arriesgarse a que una dosis se desperdicie antes que dársela a alguien que no está en los grupos de prioridad para recibir una inyección.

Al mismo tiempo, estados como Massachusetts ahora tienen reglas que requieren que los hospitales informen sobre la cantidad de dosis de vacunas que se han descartado, dijo Jha.

“El problema es que los hospitales que informan sobre esto son ridiculizados en la prensa por desperdiciar vacunas”, explicó. “Entonces, muchos hospitales no lo informan y esto está sucediendo en todo el país”.

Si bien todavía no parece haber cifras sólidas de cuántas vacunas se han descartado en Estados Unidos desde que comenzó la vacunación el mes pasado, la Organización Mundial de la Salud advirtió en 2005 que hasta el 50% de las vacunas introducidas a nivel mundial cada año terminan en la basura debido a problemas en la cadena de suministro, como la falta de espacio en el congelador o problemas de transporte.

Algunos de esos mismos problemas habían empañado los esfuerzos de la Administración Trump para implementar la vacunación contra el coronavirus.

“Espero (y rezo) que no sea tan alto como el 50%, dadas las miles de personas que mueren todos los días”, dijo la doctora Sadiya Khan, epidemióloga de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern. “Si bien es una realidad inevitable que una parte de las dosis pueda desperdiciarse, se necesitará una planificación y supervisión cuidadosas para minimizar el desperdicio”.

El doctor John Swartzberg, experto en enfermedades infecciosas, concordó con este punto.

“No he visto ningún dato sobre cuántas vacunas se han desperdiciado (además de lo que he leído en la prensa)”, dijo Swartzberg, profesor emérito de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de California, Berkeley. “Dado lo necesarias que son, espero que los datos de la OMS sean incorrectos”.

Para Sue Joss, directora ejecutiva del Brockton Neighborhood Health Center en Brockton, Massachusetts, una dosis desperdiciada de la vacuna contra el COVID-19 ya es demasiado.

Durante la víspera de Navidad, dijo, un miembro del personal que tenía programado recibir la última dosis de las 60 vacunas de Moderna que se habían sacado de la cámara frigorífica ese día, no fue al trabajo.

“No podemos permitir que esto vuelva a suceder”, recordó Joss que dijo antes de que la dosis no usada fuera destruida.

Luego, ella implementó un sistema para asegurarse de que, si alguien no se presenta a una cita para vacunarse, haya otra persona lista y esperando para tomar su lugar. “Ahora tenemos una lista de espera de personas que pueden venir con poca antelación para inyectarse”, dijo.

Pero ese sistema tampoco es infalible, aclaró Joss.

“Una vez, la semana pasada, zurcamos los pasillos para encontrar un paciente dispuesto a recibir una inyección, para que no se desperdiciara una dosis”, dijo.

Dosis desechadas alrededor de Estados Unidos

Historias similares de dosis no utilizadas que terminan en la basura también han sido reportadas en otras partes del país.

Docenas de dosis destinadas a dos hospitales en Portland, Oregon, fueron desechadas porque los funcionarios no pudieron reunir a suficientes trabajadores de la salud para recibir las inyecciones antes de que expiraran.

En Ohio, tres docenas de dosis terminaron en la basura después de que un asilo de ancianos en el condado de Lawrence sobrestimó la cantidad de vacunas que necesitaba, lo que obligó a los farmacéuticos que administran las inyecciones a buscar a quiénes ponérselas.

“Hicieron todo lo que pudieron”, dijo el gobernador de Ohio, Mike DeWine. “Consiguieron a todas las personas que querían vacunarse, pero les sobró un montón”.

El presidente, Donald Trump, cuyo liderazgo errático durante la pandemia ayudó a lapidar su candidatura a la reelección, había prometido que 20 millones de personas en Estados Unidos serían inmunizadas para fines de 2020.

Pero hasta el jueves, se habían distribuido 30.6 millones de dosis de la vacuna contra el coronavirus y solo 11.1 millones de personas habían recibido sus primeras dosis, según el rastreador de vacunación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

El lanzamiento masivo de la vacuna contra el coronavirus en el país se ha visto obstaculizado por una mala planificación, un sistema de distribución que depende en gran medida de los Gobiernos estatales y locales para realizar la toma de decisiones, y por intentos bien intencionados de limitar la distribución de las primeras dosis a las poblaciones más vulnerables, lo cual ha dejado efectos indeseados.

Mientras tanto, Estados Unidos sigue liderando el número de contagios y muertes en el mundo, con más de 23 millones de casos confirmados y casi 387,000 muertes, según datos compilados por NBC News y la Universidad Johns Hopkins.

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