Al igual que la mayoría de los usuarios de Clubhouse, Rahaf Harfoush no gana dinero con la aplicación, pero ayuda a otros a que no lo pierdan.
Harfoush, una antropóloga digital y autora que vive en París, es parte de un “escuadrón antiestafas” que ayuda a los recién llegados a la plataforma de transmisión interactiva de audio a evitar ser víctimas de engaños.
Tanto ella como un equipo de usuarios veteranos dedican horas cada semana a realizar sesiones gratuitas para usuarios nuevos, y organizan una sala o sesión semanal en la aplicación para documentar algunas de las prácticas turbias que surgen.
Harfoush cree que la intimidad del formato de Clubhouse, un cruce entre panel de conferencias y programa de radio con llamadas de los oyentes, hace que incluso las estafas familiares sean más efectivas. “Naturalmente, nos persuade más escuchar a alguien hablar con nosotros que leer algo”, comentó.
Pero es el lado positivo de la aplicación lo que la motiva, a ella y a sus amigos, a pasar horas cada semana brindando servicios voluntarios a una startup tecnológica con fines de lucro y financiada con capital de riesgo.
La madre de Harfoush, que murió en noviembre, habría cumplido 65 años un sábado reciente de febrero. Un amigo que ella hizo mediante la aplicación se ofreció a tocar una canción en vivo en Clubhouse, como una especie de servicio conmemorativo, y Harfoush decidió abrir la sala a cualquier usuario. “Terminamos con más de mil personas que se unieron y escucharon, y se convirtió en un tributo y celebración realmente conmovedora de la vida de mi madre, algo que nunca hubiera anticipado”, afirmó. “Estar digitalmente rodeada por algunos muy buenos amigos que hice en esta aplicación realmente me trajo mucha paz”.
A pesar de ser solo por invitación, Clubhouse se ha popularizado en los últimos meses. Después de su lanzamiento, el verano pasado, como una app reservada para la élite de Silicon Valley, creció lentamente hasta el tamaño de una pequeña ciudad en el otoño. Para el Día de Acción de Gracias, Clubhouse se había transformado en una modesta ‘ciudad’ de 100.000 usuarios, aproximadamente del tamaño de Burbank. Antes del Año Nuevo, llegó al millón. Hasta el fin de semana pasado, era más grande que el condado de Los Ángeles, con más de 10 millones de usuarios.
Muchos se sintieron atraídos por simple curiosidad o la promesa de entrar en una sala con alguna celebridad favorita. Otros persiguen la fama y la exposición a la creciente multitud. Otros más están ahí porque es su trabajo descubrir qué está pasando en el mundo de la tecnología social. Por lo general, solo los artistas más populares ganan dinero con la aplicación, solicitando pagos de sus fans a través de aplicaciones de pago.
Y también están los estafadores. Los trucos abarcan desde lo más básico -convencer a las personas de que paguen las invitaciones a la aplicación o que paguen a otro usuario para que se agregue a una sala o club- hasta engaños en varias fases.
Usuarios que afirman ser expertos en negocios han dirigido salas de presentación, comentó Harfoush, donde invitan a esperanzados emprendedores a delinear sus sueños para un nuevo negocio, y luego registran nombres de dominio relacionados para vendérselos con sobreprecio. Agentes literarios falsos prometen a los aspirantes a autores que editarán sus manuscritos y los pondrán en contacto con los editores, a cambio de una tarifa inicial.
Otros usuarios que dicen ser productores de música invitan a aspirantes a presentar sus pistas en vivo para ser criticadas, y luego simplemente se las roban y las utilizan como propias. Y oradores motivadores emplean Clubhouse como un nuevo lugar para convencer a cualquiera de que puede aprender a convertirse en millonario con solo pagar miles de dólares por un seminario exclusivo de coaching ejecutivo. Abundan las audiencias falsas, los límites de tiempo apócrifos y otras tácticas de venta agresiva.
El equipo antiestafas se asegura de no nombrar a los malos actores en sus sesiones semanales, en parte para evitar otro riesgo que surgió a medida que Clubhouse crece: el acoso y las represalias. Los usuarios con una base significativa de seguidores pueden coordinar bloqueos masivos y denuncias a quienes los acusan de irregularidades (o que simplemente no les agradan), lo cual puede derivar en una suspensión temporal. Clubhouse se negó a hacer comentarios para este artículo.
Minh Do, un emprendedor de Los Ángeles y miembro del escuadrón antiestafas pasa horas cada semana dedicado a estos esfuerzos comunitarios debido a cómo Clubhouse ha enriquecido su vida diaria durante la pandemia. No se ha perdido ni un día en la aplicación desde que se unió por primera vez, en julio, aunque redujo su uso desde su pico inicial -de entre seis a siete horas al día-.
Cuando los usuarios decidieron presentar un show en vivo del musical “The Lion King”, en diciembre, Do se postuló a una audición solo por diversión. Terminó en el elenco como Timón y luego pasó, junto con un equipo de colaboradores, a producir el primer programa original en la aplicación -sobre la aplicación-: “Once Upon a Clubhouse” (Érase una vez en Clubhouse).
“La actuación de voz era algo que siempre quise probar”, reconoció Do. A medida que la aplicación cambia, también se modifica el rol de ésta en su vida, agregó. Al principio, cuando la pequeña base de usuarios se agrupaba en un puñado de salas, era un lugar para conocer gente y hablar sobre nuevas ideas. Luego, cuando se unieron suficientes usuarios para poblar una sala sobre cualquier tema, comenzó a perseguir sus intereses de larga data, fundando clubes enfocados en filosofía, meditación y temas asiáticos. Ahora que se ha convertido en un mundo en sí misma, “puedo explorar por completo partes de mí que no había podido hasta ahora”, afirmó Do.
Algunos usuarios llevaron el aumento de principios de 2021 a nuevas alturas de fama en Clubhouse.
Bomani X se unió a la aplicación en julio pasado como un joven músico y estratega digital que buscaba matar el tiempo durante el aislamiento, en Los Ángeles. Comenzó a experimentar con música en la aplicación, tocando su guitarra en el fondo de las conversaciones, y luego lanzó el Cotton Club, una sala de DJ semanal en la aplicación. En el camino, ayudó a popularizar la cultura de dar propinas a artistas u oradores mediante aplicaciones de pago, lo cual impulsó el crecimiento de la escena musical, y co-creó la producción de “The Lion King” en la que actuó Do.
En diciembre, en medio del auge de usuarios, Clubhouse eligió a Bomani como el rostro de la aplicación (la compañía cambia el ícono cada mes por la foto de perfil de un usuario destacado). Llegó a un millón de seguidores en enero y a tres millones solo unas semanas después.
“Todo puede volverse extraño”, reconoció X acerca de su fama. “Definitivamente no soy una celebridad en la vida real, pero Clubhouse tiene una cultura de celebridades en la aplicación”. Las salas se dividen en un escenario de orador virtual y una audiencia: los creadores de la sala pueden elegir a quién dejar hablar en el escenario. Ahora, cada vez que X sube al escenario, tres millones de usuarios reciben una notificación para unirse a la sala.
X aprecia su nuevo poder, que utilizó recientemente para promover una colecta de fondos que recaudó $75.000 en cuatro horas para los afectados por los cortes de energía y el frío severo en Texas. Pero el efecto puede transformar conversaciones íntimas en eventos de miles de personas en segundos. “Me siento mal por arruinar el ambiente” en esos contextos, dijo X, y como resultado, redujo su uso casual de la aplicación.
Justin Kan, quien se unió temprano como un experto en tecnología (cofundó la compañía de transmisión en vivo de videojuegos Twitch, luego la vendió a Amazon en 2014 por $970 millones), ha utilizado Clubhouse como entorno de prueba para lanzar nuevas ideas.
Cuando comenzó a usar la aplicación con regularidad, a principios de enero, junto con un amigo, Andrew Lee, decidieron probar un formato de programa de juegos para deshacerse del Instant Pot adicional de Lee. Un oyente que respondió a una pregunta de trivia ganó la olla a presión electrónica, y nació el programa I AM WOW $ Show (acrónimo de Asociación Internacional de Miembros que Solo Ganan Dinero, por sus siglas en inglés).
Menos de dos meses después, la sala semanal de Kan es el primer programa de juegos patrocinado en Clubhouse. El servicio de procesamiento de pagos Cash App acordó proporcionar el dinero del premio, y él estima que los concursantes han ganado más de $10.000 hasta ahora.
Clubhouse “es muy similar a Twitch”, destacó Kan, y al igual que su antigua empresa, está fomentando una nueva forma de creadores, en este caso para el formato de solo audio. “Se crean nuevos talentos en este tipo de entorno; eso es fascinante”.
Al igual que Kan, Baratunde Thurston entró en la refriega solo cuando la base de usuarios se amplió, este año. Como veterano orador, consultor y comediante en el mundo de la tecnología, recibió una invitación temprana y se registró para reclamar su nombre, pero no pasó mucho tiempo en la aplicación. “Predominaban muchas cuestiones de capital de riesgo (VC), cosas tecnológicas del Área de la Bahía”, comentó Thurston. “¿Necesito escuchar a los capitalistas de riesgo hablando sobre la raza en Estados Unidos? Probablemente no”.
Sin embargo, una vez que vio allí a más amigos desde principios de este año, decidió que era tiempo de participar. Ahora alberga varias salas cada semana y se está amigando con el panorama del audio infinito. “Es como una súper conferencia, porque puede albergar cualquier panel, cualquier charla espontánea, cualquier actuación sobre cualquier tema”, añadió Thurston. Así, se encontró sintonizando el Black Billionaire Crypto Club y citó una popular sala llamada Bearded Black Men Reading to You Before Bed (Hombres negros barbudos leen para ti antes de dormir), que es precisamente lo que su nombre indica, un ejemplo de esa creatividad que recompensa la aplicación.
“Como alguien que ha sido orador en muchas conferencias, incluso Surf Summit 2013, resulta que todo el mundo quiere tener la suya”, comentó Thurston. “¿Desea la gente de todo tipo de comunidades en el mundo juntarse simultáneamente para discutir algo? Creo que sí”.
Y como presentador de panel público y usuario temprano frecuente, Thurston aconseja a los moderadores que practiquen la mesura. “Trato de mantener mis salas abiertas dos horas, dos horas y media”, señaló. “No puedo hacerlo por seis o 24 horas; no tengo mucho que demostrar, y además necesito comer y hablar con mi esposa”.
Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.