El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha vuelto a desmarcarse este martes de la izquierda latinoamericana más señalada por violaciones de derechos humanos. No ha dejado pasar que su homólogo nicaragüense, Daniel Ortega, lo señalara el lunes de competir contra el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva por “representar a los yanquis en América Latina”, en referencia a la intención de ambos mandatarios sudamericanos de mediar entre el Gobierno de Venezuela y la oposición para buscar una salida negociada a la crisis. Según Petro, ser considerado un “arrastrado” es preferible a tener las denuncias que tiene el caudillo sandinista. “Al menos no arrastro los derechos humanos del pueblo de mi país y menos los de mis compañeros de armas y de lucha contra las dictaduras”, ha remarcado el colombiano.

Hasta ahora, el enfrentamiento entre estas dos corrientes de la izquierda latinoamericana lo habían protagonizado Ortega y Lula. El nicaragüense había centrado sus críticas del lunes en el brasileño, con quien rompió relaciones diplomáticas. “Si querés que te respete, respétame, Lula. Si querés que te respete el pueblo bolivariano, respeta la victoria del presidente Nicolás Maduro y no andes ahí de arrastrado”, dijo el centroamericano durante una cumbre telemática de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América. Después, tangencialmente, incluyó a su homólogo colombiano en un lugar secundario: “Pobre Petro, pobre Petro. Lo veo compitiendo con Lula a ver quién va a ser el líder que va a representar a los yanquis en América Latina, así lo veo a Petro”.

La crisis venezolana ha fortalecido los lazos de Petro y Lula en el último mes. Pidieron conjuntamente al Gobierno de Nicolás Maduro que negocie una salida con la oposición, liderada por María Corina Machado y Edmundo González. Insisten en que el chavismo debe mostrar las actas que certifican la presunta victoria de Maduro que el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció en la noche de los comicios—la oposición ya ha presentado documentos que muestran un triunfo contundente de González—. No han tenido mayor éxito. Maduro los ha ignorado o criticado con cierta moderación mientras ha avanzado con la represión de las protestas. Asimismo, propuestas como un Gobierno de transición y la celebración de nuevos comicios han causado el rechazo de la oposición. El mexicano Andrés Manuel López Obrador, en tanto, ha participado de conversaciones con Petro y Lula pero ha buscado un perfil más bajo.

Ortega es uno de los pocos mandatarios de la izquierda latinoamericana que todavía defiende a Nicolás Maduro. Integra un pequeño grupo que incluye al boliviano Luis Arce, la hondureña Xiomara Castro y el cubano Miguel Díaz-Canel. Los cuatro están en el polo opuesto al presidente chileno, Gabriel Boric, que ha sido el líder progresista más crítico del chavismo.

Viejos antagonismos
No es la primera vez que Petro y Ortega, dos antiguos guerrilleros de izquierda, se critican. A diferencia de su moderación para referirse a Maduro, el presidente colombiano no ha escatimado críticas a la deriva autoritaria del nicaragüense. Ya en 2018 aseguraba que su homólogo había dejado atrás los ideales de la Revolución Sandinista, que en 1979 acabó con la dictadura de Anastasio Somoza. “Daniel Ortega no dirige una revolución democrática, al contrario, imponiendo medidas neoliberales y conservadoras sobre su pueblo, construye una tiranía. El sueño sandinista aún está por construirse”, declaró Petro en diciembre de 2018, a días de concluir un año marcado por la represión de protestas estudiantiles.

El gran enfrentamiento entre ambos fue hace un año, cuando Ortega desterró a cientos de opositores y los despojó de la nacionalidad. El Gobierno colombiano le concedió la nacionalidad al escritor y exvicepresidente Sergio Ramírez, también antiguo miembro del Frente Sandinista. Después, el presidente se solidarizó con la poeta y novelista Gioconda Belli durante una visita a Chile y fue contundente en su vocabulario contra Ortega. “¡Qué paradoja! Aquí, en Chile, recorro casas de poetas chilenos a quienes la dictadura allanaba sus casas y asesinaba y Ortega hace lo mismo que Pinochet [dictador chileno entre 1974-1990]”, señaló Petro. Su homólogo nicaragüense, en tanto, lo llamó “traidor”.

Diferendo marítimo
La tensión entre los mandatarios de los dos países tiene implicaciones más allá de las diferencias entre las izquierdas de la región. Colombia y Nicaragua mantienen desde hace años un diferendo marítimo en el que ambos se han anotado victorias ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Un fallo en 2012 ratificó la soberanía de Colombia sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia, pero concedió a Nicaragua 72.000 kilómetros cuadrados de mares circundantes. Desde entonces, los raizales del archipiélago denuncian que tienen dificultades para pescar en zonas que históricamente les pertenecieron y que ahora están bajo la jurisdicción del país centroamericano. En 2022, otra sentencia declaró que Bogotá había violado los derechos soberanos de Managua por mantener actividades de pesca y patrullaje en aguas que ahora eran nicaragüenses. La Corte pidió a los dos países que llegaran a un acuerdo para resolver sus disputas territoriales y evitar los constantes incidentes en el mar.

Ambos presidentes se abrieron a la posibilidad de un acuerdo tras el último fallo, que a mediados de 2023 negó las pretensiones de Nicaragua de extender su plataforma continental hasta solaparse con la colombiana. “Si la Corte ya falló a favor de ellos [la semana pasada] y la Corte ya falló a favor nuestro [en 2012], ya tenemos la salida para buscar la forma de plasmar esto en un acuerdo, decreto”, declaró Ortega. Petro, por su parte, aceptó la propuesta de dialogar. “Hablaremos con Ortega sobre cómo podemos hacer que los pueblos del Caribe, los pueblos raizales, puedan tener derecho a la pesca sin ser molestados”, subrayó el mandatario. Sin embargo, los diálogos no han logrado avances concretos en el último año.

El País