En las últimas semanas y de manera más reciente en su visita a Centroamérica, AMLO se ha quejado de que Estados Unidos no ha aportado los cuatro mil millones de dólares que en su lectura, se comprometieron para el desarrollo de la región y con ello terminar con la emigración de miles de centroamericanos.
Para justificar su reclamo argumenta que el congreso de Estados Unidos aprobó en muy poco tiempo 30 mil millones de dólares a Ucrania para contener la invasión rusa y en cuatro años no ha aprobado cuatro mil para Centroamérica.
Esos famosos cuatro mil millones de dólares primero los “ofreció” la administración de Donald Trump a través de un mecanismo de promoción de inversión privada, algo difícil de lograr en poco tiempo y frente a un gobierno mexicano que se la pasa amenazando con bravuconadas a la inversión extranjera. No pasó nada.
Joe Biden, desde la visita de la vicepresidenta Kamala Harris a México se comprometió a presentarle al congreso estadounidense la propuesta de esta especie de donación a Centroamérica de la que AMLO era gestor. Desde entonces, en cada encuentro de alto nivel, en cada llamada telefónica, el tema se menciona, se dice que hay avances, todos están de acuerdo, pero el dinero no llega.
Desde siempre, AMLO ha dicho que, si se generan condiciones de vida y desarrollo en los lugares de origen, los habitantes de esa región permanecerán en ella. La lógica es impecable. Centroamericanos y mexicanos abandonan sus regiones huyendo de la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades y la mayoría (aunque no todos), si las condiciones fueran diferentes, preferirían permanecer en sus regiones de origen.
Esta lógica simplista, tradicional de AMLO en sus diagnósticos, contrasta con las soluciones que propone y que en este caso son la expansión a Centroamérica de sus programas Jóvenes Construyendo Futuro y Sembrando Vida. Como le ocurre con frecuencia, como le pasa con el tema del narcotráfico y las organizaciones criminales y muchos temas más, el diagnóstico es correcto, pero la solución es ingenua y poco realista.
La primera razón por la que ese dinero no se ha aprobado, quizá la más poderosa, es que ni esa cantidad, ni esos programas, garantizan un impacto mínimo en el proceso migratorio. En México, donde ya se aplican y, según AMLO han resuelto el problema de la migración, los datos indican exactamente lo contrario. La pobreza ha crecido, la violencia aumenta y el número de detenciones de mexicanos en su intento por entrar a Estados Unidos, se ha cuadruplicado durante su administración.
Si cuatro mil millones de dólares fueran suficientes para disminuir sustancialmente y ordenar el flujo migratorio, la sociedad estadounidense los daría de mil amores. Esa cantidad es menor al presupuesto de la patrulla fronteriza en tan solo un año. Si ya no hubiera migrantes indocumentados, la patrulla fronteriza no sería necesaria. Es decir, en menos de un año se recuperaría esa “inversión”. Es menos de lo que el crimen organizado saca de los migrantes en un año y menos de lo que llegó en remesas a México solamente en el mes de marzo. No es tanto dinero en lo que podríamos llamar la economía del proceso. Lo que realmente sucede es que el gobierno estadounidense se da cuenta perfectamente de que esos recursos, canalizados así, solo servirían para fortalecer política y electoralmente a AMLO y no tendrían ningún impacto en la migración.
Ciertamente, cuatro mil millones de dólares, bien usados, podrían hacer mucho por la migración, pero aun sin dárselos a AMLO, si usted fuera contribuyente estadounidense ¿estaría de acuerdo en que esos recursos se entreguen al gobierno de Bukele en El Salvador o a sus instituciones? ¿al gobierno de Honduras? Yo no.
Hay además otras razones de orden político. AMLO, después de rendir pleitesía a Trump y concederle hasta lo que no pidió, con la administración Biden ha sido todo lo contrario, y cualquier afirmación que venga del norte es tratada como un insulto y una afrenta a la soberanía mexicana, llenándolos de insultos.
No se puede extender la mano pidiendo dinero y, al mismo tiempo, ignorar las preocupaciones estadounidenses en muchos de los cambios que AMLO propone y a la buena o a la mala instrumenta, ser agresivo con congresistas o gobernadores estadounidenses, regatear la condena a Rusia y no alinearse en las sanciones a ese país, defender dictaduras como las de Cuba, Venezuela o Nicaragua o llamar a ciudadanos estadounidenses de origen mexicano a votar en tal o cual dirección (lo cual es una intromisión flagrante en asuntos internos de Estados Unidos, contraria a la costumbre de envolverse en la bandera de la no intervención).
Así las cosas, si algún dinero se le da a AMLO será a cambio de que se convierta en la oficina mexicana de la patrulla fronteriza estadounidense y detenga a los migrantes en México. Claro, dirá que es para protegerlos y rescatarlos. Que triste y decepcionante final para quien se presentó como el gran transformador del proceso migratorio.
Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute
TW: @mexainstitute
Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.