Nord Stream 2, el gasoducto diseñado para transportar gas desde Rusia, es considerado uno de los mayores proyectos de infraestructura de Alemania. Cerca de 3.000 millones de euros ha costado tan solo la construcción de las tuberías entre el Báltico y la frontera checa. Son cifras que irritan a quienes no solo se interesan por el dinero y el gas, sino también por los derechos humanos, la democracia y la libertad de prensa. Difícilmente haya un mejor símbolo del acto de equilibrismo de la política alemana entre los intereses económicos y los valores de la democracia liberal. Varios políticos germanos han pedido que se detenga la construcción.
El controvertido proyecto es solo uno de los muchos temas que lleva en carpeta Angela Merkel en la que probablemente sea su última visita a Rusia y Ucrania como canciller.
En septiembre de 2021 tendrán lugar elecciones parlamentarias generales en Alemania. Entre los partidos de oposición ha habido críticas al controvertido proyecto de Nordstream 2. El liberal Alexander Graf Lambsdorff considera que el argumento esgrimido durante años por Merkel de que se trata de un asunto netamente económico ha causado mucho daño en materia de política exterior. También Los Verdes lo ven así.
Relaciones deterioradas
A juicio de Janis Kluge, experto en Europa del Este de la Fundación Ciencia y Política (SWP), las relaciones entre Berlín y Moscú se encuentran en el punto más bajo de toda la era postsoviética. Tras la anexión de Crimea, el envenenamiento del opositor Alexei Navalny y el apoyo moscovita al régimen de Bielorrusia provocaron un cambio de percepción en la esfera política alemana. La mayoría ve a Rusia ahora como un oponente estratégico, indica Kluge.
El analista ve tres grandes problemas: en primer lugar, la cada vez más represiva política interna rusa y el asedio de medios independientes, organizaciones no gubernamentales y opositores. En segundo término, señala que están bajo observación las operaciones de los servicios de inteligencia rusos en la UE, no solo en lo tocante a atentados, sino también en lo relativo a ataques de “hackers” a instituciones políticas en Alemania. Y, en tercer lugar, menciona el conflicto de Ucrania. “Mientras no haya avances en esta crisis, no será posible intentar restablecer la confianza en Rusia”, afirma Kluge.
Rusia, una potencia antiliberal
También Ralf Fücks, director del Centro de Modernidad Liberal -un centro de análisis que tuvo que suspender sus actividades en Rusia- considera que las relaciones con Moscú están “en un punto muy crítico”. A su juicio, “Putin se ha convertido en un contrincante de las democracias liberales de Occidente, tanto en política exterior como de seguridad”. Menciona el socavamiento de las democracias occidentales y las vulneraciones de derecho internacional, concluyendo que Rusia asumió una actitud de confrontación “y nos cuesta encontrar una respuesta a ello”.
Según Fücks, la principal tarea del próximo gobierno alemán consistirá en desarrollar una política conjunta de la UE con respecto a Rusia. Se trata de dejar en claro dónde están las “líneas rojas” para la UE y Alemania, puntualiza.
Un llamado al pragmatismo
De un “punto bajo” en las relaciones habla también Stefan Meister, jefe del Programa de Orden Internacional y Democracia de la Sociedad Alemana de Política Exterior (DGAP). Considera que parte de la solución está en manos de Alemania: “Deberíamos ser simplemente más realistas en cuanto a lo que es posible en Rusia, y también deberíamos respaldar a las fuerzas que quieren una Rusia diferente y en parte abandonan cada vez más el país”.
En su opinión, el régimen de Putin aprovechó hábilmente en los últimos años la incapacidad de actuar de Occidente para desempeñar un papel decisivo en conflictos clave. Ya sea que se trate de Siria, Libia o el sur del Cáucaso, no se puede pasar por alto a Rusia. Meister aboga por mayor pragmatismo para buscar entendimientos allí donde sea posible.
También Rusia elegirá en septiembre un nuevo Parlamento, una semana antes de las elecciones parlamentarias alemanas. La diferencia es que en Rusia ya se puede predecir el resultado y probablemente no haya mayores cambios en la política de Moscú, ni en el plano interno ni en el exterior.
DW