No está en la boleta electoral, pero sí en la campaña. No es aspirante presidencial, pero la candidatura de la oposición venezolana depende de ella.

María Corina Machado, la líder opositora con más visibilidad y empuje social en Venezuela de cara a las elecciones presidenciales del domingo, se ha convertido en la principal amenaza para la aspiración a la reelección del presidente Nicolás Maduro, pese a estar inhabilitada para ejercer cargo público por 15 años.

Ese veto político, ordenado por una Contraloría manejada por el gobierno, impidió que su cara aparezca en la papeleta, mientras la de Maduro está impresa en hasta 13 ocasiones. Pero no coartó las aspiraciones de la oposición para intentar arrebatar el poder al presidente, quien busca un tercer mandato y enfrenta su mayor desafío electoral desde que asumió las riendas del país.

Expertos y observadores han dicho que la oposición tiene en estas elecciones oportunidades reales de ganar y esa posibilidad pasa por una campaña en la que la coalición opositora ha insistido con un mensaje: votar por su candidato Edmundo González es votar por María Corina Machado.

La exlegisladora, de 56 años, fue respaldada en las primarias opositoras en octubre del año pasado con más de un 92% de apoyo y ahora acompaña en sus recorridos por el país al exdiplomático González, de 74 años, quien hasta hace unos meses era un total desconocido en la política local.

Sus consignas de “libertad” y “hasta el final”, alusivas al cambio total de modelo que promete para Venezuela, han retumbado por todos los rincones de un país acechado por años por una profunda crisis económica y social.

La posición de liderazgo que ha alcanzado la política liberal en estos meses es atribuida por los analistas al vacío que dejaron al huir del país otros dirigentes opositores —algunos de ellos también adversarios de Machado—, tras las fracasadas insurrecciones del 2014, 2017 y 2019 que promovió la oposición para arrebatar el poder al presidente Maduro.

El mensaje de cambio de Machado ha alentado las esperanzas entre muchos venezolanos que se mostraban resignados a vivir entre la recesión, una galopante inflación, paupérrimos salarios, las recurrentes fallas en los servicios públicos, y la dolorosa migración de sus familiares.

Pese a las divergencias y fracturas que han torpedeado desde dentro las ambiciones de la oposición venezolana por años, la exlegisladora ha logrado en esta ocasión cohesionar un gran bloque opositor. Las voces que la confrontaron en otras ocasiones, esta vez han cedido para apoyarla.

El discurso moderado que asumió Machado desde el año pasado al retomar la vía electoral luego de años de llamar al boicot, le permitió atraer a los sectores menos radicales de la oposición.

Pero su figura también ha estado rodeada de simbolismo, afirmó Michael Shifter, académico y ex presidente de Diálogo Interamericano, un centro de análisis político con sede en Washington. La opositora representa el “símbolo de la resistencia al régimen” tras enfrentar por casi dos décadas al oficialismo, lo que le ha ganado la admiración de sus seguidores quienes la ven como el “instrumento para una transformación en Venezuela”.

Aunque los venezolanos saben que Machado no es la candidata de la oposición, sino Edmundo González, muchos admiten abiertamente que saldrán a votar el 28 de julio para apoyarla.

“No hay educación. No hay hospitales… Todo es una cola. Hay que votar por un cambio”, afirmó Ángel Reyes, un pequeño comerciante de la ciudad occidental de Maracaibo, al expresar su respaldo a la exlegisladora.

Mientras limpiaba una pieza de queso blanco dentro de un envase plástico, Reyes, de 45 años, confesó que tiene sus esperanzas puestas en la oposición, pero admitió que si Maduro lograba la reelección comenzaría a pensar en migrar al igual que han hecho millones de venezolanos en los últimos años.

“Si tenemos 20 años en el mismo plan y no hemos visto un cambio. ¿Quieren qué: 20 años más para terminarlo de rejo… (insulto)?”, reprochó.

Los ataques desde el oficialismo hacia la exlegisladora se intensificaron en los últimos meses. Algunos de sus más cercanos colaboradores y dirigentes de su partido Vente Venezuela han sido detenidos en situaciones que la oposición ha denunciado como atosigamiento de las autoridades.

Durante la campaña electoral, que arrancó formalmente a inicios de mes, Maduro endureció sus críticas hacia Machado y en un reciente evento público se refirió a ella, sin mencionar su nombre, como una “vieja decrépita de la ideología del odio y del fascismo”. La acusó de querer “llenar de odio y violencia al país”.

En una especie de efecto rebote, los ataques y la infinidad de trabas que le ha impuesto el gobierno a Machado para movilizarse por el país “han servido para catapultarla”, sostuvo Félix Seijas, director de la encuestadora local Delphos, quien la identificó como un “fenómeno político”.

Atrás quedaron los años en los que la ingeniera industrial, hija de un acaudalado empresario siderúrgico, desafió en 2004 al poderío oficialista desde la organización civil Súmate al promover un infructuoso referendo revocatorio de mandato contra el entonces presidente Hugo Chávez (1999-2013). Tras esa iniciativa, a ella y otros directivos de Súmate les abrieron un proceso judicial por conspiración.

Un año después, volvió a retar a Chávez en un viaje a Washington para un encuentro en la Casa Blanca con el presidente George W. Bush, abierto adversario del fallecido líder sudamericano.

En 2010, saltó formalmente al ruedo político para competir en las elecciones legislativas y ganó un escaño en la Cámara de Diputado como la diputada más votada.

Sus diferencias con el gobernante socialista se ensancharon a su llegada al Congreso donde incluso en una oportunidad lo interrumpió en medio de un mensaje anual que ofrecía al país y le reclamó por las expropiaciones asegurando que esa política representaba un robo.

Antes de ser la líder opositora que arrastra apoyos a pie de calle, Machado intentó ser en 2012 la candidata de la entonces conocida como la Mesa de la Unidad Democrática. Quedó tercera, detrás del dirigente Leopoldo López y del exgobernador Henrique Capriles, quien se midió con Chávez en los comicios de ese año, en los que el mandatario logró su tercera reelección antes de morir de cáncer en marzo del año siguiente.

Los reveses políticos para Machado no terminaron ahí. En 2014, la mayoría oficialista del Congreso la desaforó como diputada luego de aceptar un cargo de “representante alterna” de Panamá ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) con el propósito de denunciar presuntos delitos cometidos por Maduro.

Meses después la Contraloría General, afín al oficialismo, la inhabilitó por un año para ejercer cargos públicos alegando que omitió en una declaración jurada de patrimonio los ingresos de un bono para alimentación. La medida le impidió participar en las elecciones parlamentarias del 2015 que ganó la oposición.

Además, enfrentó en 2014 un proceso judicial junto a Leopoldo López —quien fue apresado ese año y seis años después huyó a España— y otros dirigentes del ala más radical de la oposición por promover unas protestas callejeras contra Maduro, que dejaron 43 fallecidos.

Durante los siguientes nueve años se apartó de la primera fila de la política y se concentró en consolidar la organización de centro-derecha Vente Venezuela —que había nacido en 2012— y en respaldar las diferentes protestas e iniciativas de los sectores adversos a Maduro. Mantuvo un perfil secundario hasta su regreso en 2023.

Sus pretensiones de convertirse en la candidata presidencial unitaria de la oposición, tras ganar las primarias, fueron contrarrestadas por la nueva inhabilitación política impuesta por la Contraloría, esta vez por 15 años y con alegaciones por corrupción. Pero serán las votaciones del domingo las que dirán si ese veto a participar como candidata nubló el horizonte político de Machado o si finalmente fue un aliciente para los que quieren un cambio en Venezuela.

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