En realidad, el SARS CoV-2 ya no debería tener ninguna chance en Manaos, Brasil: tres cuartas partes de los habitantes en la capital de la provincia de Amazonas ya se habían infectado en agosto. Esto era suficiente para desarrollar una sólida inmunidad de rebaño. Pero en diciembre pasado, los hospitales volvieron a llenarse de repente.
Las personas podrían haberse infectado con la nueva variante P.1., que en algunas personas “escapa” a la respuesta inmunitaria humana. La secuenciación de las muestras podrá ahora aportar claridad.
Este “escape inmunitario”, que elude la respuesta inmunitaria humana, preocupa mucho a los investigadores, ya que podría significar que, incluso, los que ya se han recuperado podrían volver a infectarse, y que las vacunas ya utilizadas podrían dejar de ser eficaces o necesitar un refuerzo.
Sin embargo, hasta ahora, el coronavirus no parece haberse vuelto resistente a las vacunas contra el COVID-19, según Philip Krause, que dirige el grupo de trabajo de la OMS sobre las vacunas contra este virus. “La noticia no tan buena es que la rápida evolución de estas variantes sugiere que el virus puede estar evolucionando hacia un fenotipo resistente a la vacuna más rápido de lo que quisiérams”, advierte Krause en la revista Science.
La evolución de las variantes virales
Para reproducirse, los virus introducen su información genética en una célula huésped, durante cada reproducción se producen pequeños errores de copia, y cada uno de esos errores también cambia el código genético del virus; es decir, que el virus muta.
Las vacunas que se utilizan actualmente ejercen una presión evolutiva sobre el virus. Son principalmente las variantes del virus, que escapan al control del sistema inmunitario gracias a sus mutaciones, las que se seleccionan y siguen siendo capaces de reproducirse.
Esto no significa necesariamente que un virus se vuelva cada vez más letal a través de la selección, ya que los que eliminan a su huésped rápidamente se vuelven menos capaces de propagarse y desaparecen, mientras que las variantes más inofensivas se vuelven a propagar.
Pero las últimas conclusiones del Grupo Asesor sobre Amenazas de Virus Respiratorios Nuevos y Emergentes, del Reino Unido, sugieren que la variante descubierta por primera vez en el país no solo es hasta un 70% más infecciosa, sino también más mortal. Sin embargo, los datos al respecto aún se consideran poco sólidos.
Efecto contrario con vacunas débiles
Según el virólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania Andrew Read, si se utilizan vacunas “débiles” -ya sea con virus atenuados o con vectores virales o ARN mensajero-, o se retrasa demasiado la segunda dosis de vacunación, este mecanismo puede tener exactamente el efecto contrario. Ya en 2001, su investigación con virus de pollos lo llevó a la conclusión de que las vacunas de efecto “débil” pueden incluso promover el desarrollo de cepas de virus peligrosas.
Por ello, el retraso de la segunda dosis de vacunación -como ya ocurre en Gran Bretaña y pronto podría ocurrir en Estados Unidos- se considera bastante crítico. Aunque esto significa que más personas tienen protección inicial, no pueden desarrollar una respuesta inmune suficientemente fuerte. El cuerpo lucha por más tiempo contra las cepas más peligrosas y, mientras tanto, el coronavirus tiene más tiempo para protegerse de morir tras una vacunación. Si un virus de este tipo afecta a personas no vacunadas, los efectos pueden ser devastadores.
El retraso generalizado de la segunda dosis podría crear un grupo de millones de personas que, si bien tienen suficientes anticuerpos para ralentizar el virus y no enfermarse, no cuentan con suficientes como para eliminarlo. Esa podría ser la receta perfecta para la aparición de cepas resistentes a las vacunas, afirma a la revista Science el virólogo Florian Krammer, de la Escuela de Medicina Icahn.
Propagación incontrolada
Sin embargo, otros colegas científicos creen que el mayor riesgo es la propagación incontrolada del virus debido a su mayor transmisibilidad. El microbiólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania Andrew Read cree que tiene sentido vacunar primero a tantas personas como sea posible al menos una vez: “Tener el doble de personas con inmunidad parcial será mejor que una inmunidad total en la mitad de ellas”.
Afortunadamente, muchas vacunas no se han vuelto ineficaces ni siquiera por la evolución viral normal. Por ejemplo, ni el virus de la viruela ni el del sarampión pudieron desarrollar una mutación que escapara a la inmunidad inducida por la vacuna.
En el pasado, pocos virus han sido capaces de desarrollar resistencia a las vacunas, con la excepción de la gripe estacional, que evoluciona tan rápidamente por sí misma que requiere una nueva vacuna cada año.