A través del megáfono que hasta hace unos días le daba su cuenta de Twitter y mediante sus aliados en plataformas conservadoras, Trump fue convenciendo a sus simpatizantes de que las instituciones de Washington, los medios y las empresas tecnológicas trabajaban en contra de los intereses de sus seguidores.
“UN CULTO DE MASAS”
Trump retorció los hechos a su antojo, con casi 30.000 mentiras o afirmaciones falsas a lo largo de su Presidencia, según el diario The Washington Post, hasta infundir en la mente de sus seguidores una narrativa casi bélica que perfilaba a sus críticos como “enemigos del pueblo”.
El exmagnate inmobiliario no cumplió su promesa de “drenar la ciénaga” de Washington y, de hecho, benefició a muchos de los grupos de presión más poderosos; pero siguió vendiendo a sus votantes que estaba combatiendo a un supuesto “Estado profundo” corrupto e infiltrado en la burocracia del Gobierno.
Esa teoría, llevada al extremo por algunos de sus seguidores más radicales, como los que creen en la teoría de la conspiración QAnon, sirvió de caldo de cultivo para la violencia de los últimos días, impulsada por la insistencia del presidente en que le habían robado las elecciones.
La estrategia de Trump fue tan eficaz que, incluso después del asalto al Capitolio, el 72 % de los votantes republicanos seguían cuestionando el resultado electoral, según una encuesta del diario Vox; y solo el 27 % del mismo partido confiaban aún en el sistema electoral del país, apunta otro sondeo de Morning Consult.
“(Trump) ha creado un culto de masas”, opinó para Efe Bruce Miroff, historiador presidencial en la Universidad de Albany (Nueva York).
“Sus seguidores más leales serán una espina en el costado del Gobierno de Biden, negando su legitimidad y rechazando todas sus medidas”, pronosticó.
EL FUTURO DEL TRUMPISMO
El éxito de ese movimiento dependerá en buena parte del rumbo que tome el Partido Republicano, que fue cómplice de Trump durante años y apenas ha empezado a experimentar una mínima fractura tras el asalto al Capitolio, como demuestran los diez congresistas conservadores que votaron a favor de abrirle un juicio político.
“La pregunta para el Partido Republicano es: ¿cómo dejan atrás el culto a la personalidad que representa Donald Trump sin alienar a los votantes que se sintieron atraídos (por él)?”, recalcó Han.
La figura que más puede influir en el rumbo del partido es el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, y por eso será decisivo el voto que emita en el juicio político a Trump por el asalto al Capitolio.
Aunque Trump ha perdido su principal altavoz con la suspensión de su cuenta de Twitter, nadie espera que guarde silencio tras abandonar la Casa Blanca, y ya ha amagado con crear su propia red social o iniciar un canal de televisión digital, que le permitirían mantener su movimiento activo.
LOS OTROS LEGADOS DE TRUMP
Preguntados por cuál será el legado más importante de Trump, los expertos consultados por Efe mencionaron también la deriva aislacionista en la que ha colocado a Estados Unidos, que ha cerrado las puertas a los inmigrantes, disparado la competición con China y ralentizado la acción global contra la crisis climática.
“Uno de sus legados es cómo ve el mundo a Estados Unidos: como un aliado en el que no se puede confiar, con una economía en declive y un intento cada vez menos creíble de posicionarse como ejemplo de la democracia representativa”, indicó a Efe Karen Hult, experta en la Presidencia en la universidad de Virginia Tech.
Biden podrá revertir al menos parte de ese legado, pero no podrá hacer lo mismo con otro fruto significativo de la Presidencia de Trump: su nominación de más de 220 jueces federales, incluidos tres en el Supremo, que ocupan cargos vitalicios y coinciden con él en temas como el carácter ilimitado del poder presidencial.
Shannon O’Brien, experta en políticas de la Universidad de Texas, considera que para evitar que otro presidente vuelva a desafiar las instituciones tanto como lo ha hecho Trump, son urgentes “reformas en la burocracia” estadounidense, incluidos cambios en las leyes sobre nepotismo e indultos presidenciales.
Lucía Leal