Historia de Javier Cappiello

En el apogeo de la era de los “muscle cars”, la casa de Ford desató un carro que cumplió con su objetivo: convertirse en un verdadero musculoso llamado Mustang “Boss” 429. Este coloso de las calles, nacido en 1970, no solo era una máquina de velocidad, sino también una obra maestra de diseño e ingeniería automotriz.

El alma del “Boss” 429 era su colosal motor V8 de 7.0 litros, apodado “Boss Nine”. Este titán sobre ruedas producía 375 caballos de fuerza y 610 Nm de torque, suficiente para catapultar al Mustang de 0 a 100 kilómetros por hora en solo 6.8 segundos y alcanzar una velocidad máxima de 190 km/h, según nos cuenta el sitio web “Fastestlaps”.

Nacido para correr

El Ford Mustang “Boss” 429 no solo era rápido en línea recta, sino que también dominaba las curvas. Su suspensión optimizada de alto rendimiento y las barras estabilizadoras más gruesas lo convertían en un maestro del manejo, listo para devorar cualquier pista. Nació con un propósito: conquistar la NASCAR. Homologado para competir con solo 500 unidades fabricadas para la calle, este “muscle car” demostró su valía en las pistas, dejando una huella indeleble en la historia del automovilismo.

No está demás que lo digamos, este deportivo americano también era una belleza a la vista. Su diseño deportivo, con un capó abultado para albergar el motor “Boss 429” y sus colores llamativos, lo convertían en un imán de miradas. Era una declaración de poder y estilo, un símbolo de la era dorada de los “muscle cars”.

Un legado que perdura

El Ford Mustang “Boss” 429 fue más que un simple auto; fue un ícono cultural que capturó la imaginación de una generación. Su potencia bruta, su diseño atemporal y su espíritu rebelde lo han convertido en un objeto de culto para coleccionistas y aficionados a los automóviles en todo el mundo.

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