¿Qué es una película? Puede que parezca una pregunta tonta, pero ha estado dando vueltas en mi cabeza desde que salí de ver Deadpool & Wolverine el viernes pasado. La secuela de Marvel, repleta de cameos y cuyos personajes interactúan directamente con el público, recaudó la asombrosa cifra de USD 438, 3 millones durante el fin de semana de su estreno, todo un récord para una película con calificación restringida. En muchos sentidos, parece ser un punto de inflexión, pero no en el buen sentido de la frase. Como han sugerido algunos críticos, si estamos presenciando la caída del cine, entonces estamos ante un evento masivo y dramático.

Sin embargo, ha habido muchas películas “peores”. Incluso dentro del repertorio de Marvel, el estreno del año pasado, Ant-Man y la Avispa: Quantumanía, y el de 2022, Thor: amor y trueno , fueron mucho más desordenadas, caóticas y tenían una estética visual deplorable. De todas maneras, Deadpool parece ser, hasta la fecha, la más desfachatada de todas y la que más carece de profundidad y creatividad. Es una película que no trata absolutamente de nada; una película sin un propósito tangible ni ambiciones artísticas más allá del deseo de promocionar su propia relevancia dentro del mundo Marvel.
Hay chistes sobre la unión de Disney y Fox, chistes sobre el productor Kevin Feige y chistes sobre la profunda desilusión respecto a la franquicia Marvel. A mitad de la película, los dos protagonistas (interpretados por Ryan Reynolds y Hugh Jackman, quien en un momento revive a su famoso personaje de X-Men) se encuentran con un equipo de superhéroes: Elektra (Jennifer Garner), Blade (Wesley Snipes), Johnny Storm (Chris Evans de Los Cuatro Fantásticos), Gambito (Channing Tatum) y Laura (Dafne Keen), de Logan.

Se supone que los espectadores deberían asombrarse ante el regreso de estos personajes icónicos. El diálogo autorreferencial deja en evidencia que tales personajes, aparentemente atrapados en una especie de “vacío” extrauniversal, simplemente tratan de obtener los finales que merecen. En realidad, dichos anhelados desenlaces resultan ser escenas banales en los cuales cada personaje pronuncia un par de frases ordinarias (como en el caso de Snipes, que en su mayoría repite frases hechas de las tres primeras películas de Blade) seguidas por una pelea en el desierto, para después terminar en la muerte o desaparición del personaje causada por un monstruo poco realista. No hay ni desarrollo de personaje, ni propósito detrás de las bromas autorreferenciales. Me cuesta entender por qué esperan que el público quiera ver ese tipo de interacciones trilladas entre Gambito (Channing Tatum) y Deadpool (Ryan Reynolds). Los espectadores no amaban a Blade porque Snipes apareciera, se quedara ahí y pronunciara un puñado de frases pegadizas, sino porque formaba parte de una historia significativa y su personaje estaba bien desarrollado. Cuesta entender por qué los creadores de Marvel no son capaces de ver la diferencia, o, lo que es peor, tal vez la ven pero deciden ignorarla.

También es revelador que Reynolds se haya pasado gran parte de la gira de prensa de Deadpool & Wolverine desprestigiando a Linterna verde, el largometraje de DC Comics de 2011 que fue duramente criticado y que, de haber sido producido por Marvel, seguramente habría sido considerado una “joya olvidada” junto con el resto de las otras porquerías.

Para ser claro, Deadpool & Wolverine no es la primera película de este tipo. Simplemente, se trata de una producción que sigue el ejemplo de Spider-Man: sin camino a casa (2021), una película que causó sensación (y recaudó casi USD 2 mil millones) con un montón de actuaciones inesperadas, dándole la oportunidad a Tobey Maguire y Andrew Garfield, entre otros, de retomar sus antiguos papeles. Pero incluso ofrecía más en cuanto a argumento y propósito. A Garfield, Maguire y los otros actores se les dio instrucciones básicas en cuanto a arcos argumentales, para que luego interpretaran el papel con total libertad. (Cabe destacar que Garfield supo aprovechar mucho más la oportunidad).

Dicho todo esto, permítanme que me ponga un poco filosófico: ¿cómo definimos lo que es y lo que no es una película? Durante las dos últimas décadas, Marvel ha reconfigurado la industria a su antojo, borrando algunos de los rasgos que hacían del cine una forma de arte única y orientándolo hacia formatos propios de la televisión y las series. Catalogamos como película a Deadpool & Wolverine porque se estrena en cines y dura dos horas, pero aparte de estos tecnicismos, no se parece en casi nada a una superproducción tradicional, en lo que a intencionalidad respecta. El problema no es que se cuente mal la historia, sino que no hay ningún interés en contarla bien. El objetivo primordial es la consolidación de la marca Marvel para asegurar su rentabilidad: un ciclo vicioso que no tiene fin.

En las redes sociales, la frase “relájate y no esperes gran cosa” se ha convertido en el mantra predominante entre los defensores de Deadpool. Claro que la gente puede disfrutar de lo que le gusta. De hecho, el crack es sin duda placentero para muchos; pero eso no significa que todos debamos estar de acuerdo con su producción y distribución. Si los cineastas abandonan la intención de crear una obra de arte, el resultado no sería solo arte malo, sino un producto nuevo y despreciable. En caso de optar por ese camino, el medio estará condenado al fracaso. Si Deadpool & Wolverine es el futuro de la industria cinematográfica, harán falta más que unos cuantos héroes valientes para salvarla.

‘Deadpool y Wolverine’ ya está disponible en cines.

Traducción de María Luz Avila

Independent