“Prefiero mantenerme fuera de la política”. Esas fueron las palabras de Elon Musk cuando el ejecutivo de tecnología se vio obligado a responder a una afirmación del gobernador de Texas, Greg Abbott, de que apoyaba las leyes estatales contra el aborto.
Si es así, Musk tiene una forma divertida de demostrarlo. Durante su más de una década de fama pública como director ejecutivo de Tesla y SpaceX, el magnate nacido en Sudáfrica ha atacado a todos y a todo, desde Donald Trump y Bernie Sanders hasta funcionarios reguladores individuales e incluso las reglas de covid, sindicatos y “pronombres”.
El lunes, criticó los proyectos de ley de infraestructura y gasto social emblemáticos del presidente estadounidense, Joe Biden, por otorgar subsidios innecesarios a la industria de automóviles eléctricos y aumentar el “demente” déficit presupuestario federal.
“No necesitamos el crédito fiscal”, declaró al Consejo de Directores Ejecutivos anual del Wall Street Journal. “Yo diría… deseche todo el proyecto de ley. No lo apruebe, esa es mi recomendación”.
También calificó la disminución de las tasas de natalidad como “uno de los mayores riesgos para la civilización”, y declaró que la sociedad “se derrumbará” si la gente no comienza a tener “más hijos”.
Sin embargo, la política exacta del hombre de 50 años puede ser difícil de precisar. Ha donado a menudo tanto a demócratas como a republicanos mientras se declara de diversas maneras “moderado”, “socialista” y “socialmente liberal y fiscalmente conservador”.
Entonces, ¿en qué cree realmente Elon Musk? Y, dado que él es la segunda persona más rica del mundo con un patrimonio neto estimado de US$278 mil millones (£209 mil millones), ¿qué significa eso para el resto de nosotros?
¿Dónde ha puesto Elon Musk sus donaciones políticas?
Las descripciones de Musk de su propia política en ocasiones han sido confusas. El tema más constante es que se considera “socialmente liberal y fiscalmente conservador”, o incluso “socialmente muy liberal”. Afirmó estar registrado como independiente y declaró: “Para ser claros, no soy conservador”.
En otro momento afirmó ser un “socialista”, pero “no del tipo que cambia los recursos de los más productivos para los menos productivos”. Más tarde comentó que no deberíamos tomarlo demasiado en serio.
En cambio, hay que poner el dinero de Musk donde dice y mirar sus donaciones políticas. Según los datos recopilados por el organismo de control de cabildeo sin fines de lucro Open Secrets, Elon Musk ha otorgado un total de US$12 millones a políticos, partidos, PAC (comités de acción política) y campañas de referéndum desde 2002.
Ese dinero se destinó casi por igual a los demócratas (US$542.000), y a los republicanos (US$574.500), y otros US$85.000 se destinaron a dos campañas de referéndum de izquierdas en California. El saldo ha fluctuado a lo largo de los años: en 2006, 2013 y 2017 donó de forma abrumadora a republicanos, mientras que en 2015 donó solo a demócratas.
También donó un total de US$30.000 a un PAC creado por SpaceX, que donó el cincuenta y cuatro por ciento de su total a los demócratas y el cuarenta y seis por ciento a los republicanos. Muchos de los políticos individuales a los que dio fueron legisladores estatales en California, donde antes tenía su sede Tesla, y Texas, donde SpaceX ha mantenido durante mucho tiempo instalaciones de lanzamiento y prueba de cohetes.
Mientras tanto, la propia SpaceX ha gastado alrededor de US$9,7 millones en cabilderos y Tesla US$5,5 millones. La primera empresa depende de contratos gubernamentales para gran parte de sus ingresos, mientras que la segunda está sujeta a numerosas regulaciones. “La campaña de SpaceX para ganar apoyo político ha sido sistemática y sofisticada”, escribió la Sunlight Foundation en 2013.
De la forma en que Musk lo explica, estas donaciones no indican mucho sobre sus propias creencias personales. En cambio, los describe simplemente como el costo de hacer negocios en EE.UU.
“Para que se escuche tu voz en Washington, tienes que hacer una pequeña contribución”, le comentó al Huffington Post en 2013. “Pero… no he encontrado que Washington sea tan corrupto como mucha gente piensa que lo es, lo que significa que no funciona con monedas como algunas personas pueden suponer, y estoy muy agradecido por eso, porque si así fuera, no tendríamos ninguna posibilidad”.
¿“Socialmente muy liberal”? Musk ha enviado señales contradictorias
¿Qué pasa con las opiniones sociales de Musk? Es claro que tiene una fuerte vena libertaria, la cual favorece la “democracia directa” sobre la democracia representativa y propone que las futuras colonias marcianas deberían permitir que cualquier ley sea revocada por un voto del cuarenta por ciento de los ciudadanos.
También ha abogado por la liberación de las personas encarceladas en EE.UU. por delitos relacionados con la cannabis antes de que se legalizara la droga y, de hecho, la fumó durante una entrevista con el presentador de podcast, Joe Rogan.
Musk ha donado a más políticos demócratas individuales que a republicanos y, a menudo, ha elogiado a demócratas específicos de una manera que rara vez lo ha hecho con sus oponentes. Ya en 2005, dio US$10.000 a la Proposición 82 de California, una propuesta para aumentar los impuestos a los ricos para pagar el preescolar universal para niños de cuatro años, aunque no fue aprobada.
Cuando Donald Trump fue candidato a la nominación republicana, Musk opinó de él: “Opino de forma más firme que tal vez no sea el tipo adecuado. No parece tener el tipo de carácter que refleja bien a EE.UU.”.
Por otro lado, las declaraciones de Musk sobre cuestiones sociales rara vez han sido tan vociferantes o claras como sus opiniones económicas. De hecho, a menudo ha enviado señales contrarias y, en ocasiones, parecía simpatizar con el conservadurismo social.
La primavera pasada, por ejemplo, les dijo a sus seguidores que “tomaran la píldora roja”, una frase utilizada por supremacistas blancas y antifeministas para describir el proceso de radicalización en su cosmovisión.
En ese momento, estaba comprometido en una cruzada contra las políticas de confinamiento por covid-19 de California, las cuales describió como “fascistas”. Había declarado a principios de la pandemia que “el pánico del coronavirus es tonto” y que el virus desaparecería de EE.UU. a fines de abril.
Ese julio tuiteó la declaración “los pronombres apestan”, que fue interpretada por muchos como una ofensa a las personas trans (ya que los pronombres en sí mismos son una parte fundamental e ineludible del idioma inglés).
Su entonces novia, Claire Boucher, también conocida como la música electrónica Grimes, sin duda lo leyó de esa manera, pues respondió: “Te amo, pero por favor apaga tu teléfono o llámame. No puedo soportar el odio. Por favor, detén esto. Sé que esto no es es lo que sientes en tu corazón”.
En diciembre de 2020, tuiteó un meme que comparaba a las personas cisgénero que declaran sus pronombres en sus perfiles de Twitter, una forma común de expresar solidaridad con las personas trans, con los opresivos casacas rojas en la América colonial. Más tarde aclaró: “Apoyo por completo a las personas trans, pero todos estos pronombres son una pesadilla estética”.
Y en septiembre, el gobernador de Texas, Greg Abbott, a quien Musk donó US$10.000 en 2014, afirmó en una entrevista de CNBC: “Elon tuvo que salir de California en parte por las políticas sociales en California, y Elon seguido me dice que le gustan las políticas sociales en el estado de Texas”.
Musk lo contradijo, pero de manera ambigua y suave, nada que ver con la energía que ha reunido contra los sindicatos o las propuestas fiscales. “En general, creo que el gobierno rara vez debería imponer su voluntad a la gente y, al hacerlo, debería aspirar a maximizar su felicidad acumulada”, aseveró. “Dicho esto, preferiría quedarme al margen de la política”.
Procapitalista y antisindical
Mucho más consistente ha sido la creencia de Musk en el capitalismo de libre mercado. A pesar de las declaraciones de socialismo, es un apasionado liberal económico bastante escéptico de las intervenciones del gobierno en los negocios.
Esa fue la base de su ataque a la ley Build Back Better de Biden el lunes, cuando comentó que la devolución de impuestos del proyecto de ley por hasta US$12.500 para las personas que compran autos eléctricos es una dádiva “innecesaria” para una industria que ya está despegando.
Respaldó eso con un argumento filosófico revelador sobre la diferencia entre corporaciones y estados nacionales, los consideró como diferentes métodos para asignar capital, es decir, dinero y otros recursos necesarios para producir bienes y servicios, para fines útiles.
“No tiene sentido quitarle el trabajo de asignación de capital a personas que demostraron una gran habilidad en la asignación de capital”, aseveró, al referirse a los líderes empresariales, “y dárselo a una entidad que ha demostrado muy poca habilidad en la asignación de capital”, que es el gobierno.
“El gobierno es solo la corporación más grande, con el monopolio de la violencia, y donde no tienes ningún recurso. Entonces, ¿cuánto dinero quieres darle a esa entidad?”
Se puede ver este pensamiento a lo largo de la historia de Musk. Se opuso firmemente a los sindicatos, sobre todo en sus propias empresas, como una barrera para las operaciones eficientes. También se ha enfrentado en varias ocasiones con Bernie Sanders por sus propuestas de un impuesto sobre la renta para los multimillonarios.
Afirmó en octubre que Biden “parece estar controlado por sindicatos” y en 2018 tuiteó que los empleados de Tesla que intentaran sindicalizarse perderían sus opciones sobre acciones, algo que los reguladores afirmaron que es ilegal.
Cuando respalda la intervención del gobierno, tiende a favorecer las medidas que minimizan la burocracia gubernamental y evitan que los funcionarios elijan a los ganadores. En lugar de subsidios para la industria verde, quiere un impuesto al carbono y dice que presionó a la administración Biden para que creara uno.
Su argumento es que el precio de los combustibles fósiles no refleja de forma adecuada su costo para el medio ambiente, lo que significa que las empresas basan sus decisiones en información falsa. Gravar el carbono corregiría ese equilibrio, al permitir que el mercado libre descubra a su manera la mejor manera de reducir sus emisiones. Dicho esto, nada de esto le impidió aceptar miles de millones de dólares en subsidios gubernamentales tanto para Tesla como para SpaceX.
Del mismo modo, Musk ha abogado durante mucho tiempo por un ingreso básico universal para apoyar a los trabajadores humanos cuyos trabajos, según él, pronto serán reemplazados por IA (inteligencia artificial). En cierto modo, esa es una idea bastante de izquierda, ya que implicaría gastar enormes cantidades de dinero de los contribuyentes.
Sin embargo, también ha elogiado a algunos conservadores como Richard Nixon y economistas de libre mercado como Milton Friedman, quien creyó que se evitaría que los burócratas del gobierno decidan quién merece los beneficios y evitaría castigar a los destinatarios por encontrar trabajo.
El poder verde ha sido a menudo la línea roja de Musk
Otro punto de verdadera coherencia ha sido el calentamiento global y las energías limpias. En 2006, Musk hizo una de sus donaciones individuales más grandes, US$ 75.000, a la Proposición 87, una campaña de referéndum de California para imponer un impuesto especial a los extractores de combustibles fósiles.
Desde entonces, las emisiones han sido a menudo su línea roja. En los primeros años de la presidencia de Donald Trump se unió a un consejo asesor de la Casa Blanca, expresó que “cuantas más voces de la razón oiga el presidente, mejor”. Pero cuando Trump retiró a EE.UU. del Acuerdo Climático de París, Musk renunció y aclaró: “El cambio climático es real. Dejar París no es bueno para EE.UU. ni para el mundo”.
Y cuando persuadieron a Musk de ingresar al Bitcoin hace poco, algo natural dada su perspectiva libertaria y su inclinación por las soluciones tecnológicas para los problemas políticos, por no hablar de su afición a la controversia, fueron las prodigiosas emisiones de carbono de la criptomoneda las que lo llevaron a repensarlo.
“Tesla suspendió las compras de vehículos con Bitcoin”, aseguró en mayo. “Nos preocupa el rápido aumento del uso de combustibles fósiles para la minería y las transacciones de Bitcoin, sobre todo el carbón, que tiene las peores emisiones de cualquier combustible”.
“La criptomoneda es una buena idea en muchos niveles y creemos que tiene un futuro prometedor, pero esto no puede tener un gran costo para el medio ambiente”.
Donde Musk ha apoyado a Biden, también está relacionado con el carbono. Justo después de la inauguración, le dijo a Fortune: “Estoy muy emocionado de que la nueva administración esté enfocada en el clima… Me siento muy optimista sobre el futuro de la energía sostenible con la nueva administración”.
Un tecnócrata con ambiciones astrales
A través de todos estos problemas, hay una cepa de la política de Musk que no se relaciona fácilmente con los dispositivos tradicionales de izquierda a derecha: la tecnocracia.
En las décadas de 1930 y 1940, el abuelo de Musk, Joshua Haldeman, era el líder canadiense del movimiento tecnocrático original, el cual creía en reemplazar tanto a los políticos como a los banqueros por quien tuviera la mayor experiencia.
Elon Musk, extraordinario capitalista, no se parece mucho a su abuelo. Sin embargo, al igual que el fundador del movimiento, William Henry Smyth, sus declaraciones sugieren una fuerte creencia subyacente de que los científicos y los ingenieros pueden resolver problemas políticos que son intratables para otros.
Como ha argumentado la historiadora Jill Lepore, Musk inspira a numerosos seguidores con una marca exótica de tecnocapitalismo que ella llama “muskismo”. Ella dice que muchas de sus ideas provienen de la ciencia ficción, a veces ciencia ficción muy antigua, lo que significa que, junto con los cohetes y los automóviles, también vende “visiones del futuro”.
Cree que podemos vivir en una simulación; hace referencias regulares al autor escocés de ciencia ficción Iain M Banks; y está muy preocupado por los peligros de la IA, a la que llama “la amenaza más grave para la supervivencia de la raza humana”. Está preocupado no solo por la automatización masiva de los trabajos de cuello blanco, sino también por el surgimiento de una IA hiperinteligente teórica que es demasiado poderosa para que los humanos la restrinjan.
“Con inteligencia artificial convocamos al demonio”, expresó en 2014. “En todas esas historias en las que está el sujeto con el pentagrama y el agua bendita, es como… sí, está seguro de que puede controlar al demonio. No funciona así”.
Tanto eso como el calentamiento global alimentan la convicción de Musk de que colonizar otros planetas, convertirse en “una especie multiplanetaria”, es crucial para la supervivencia a largo plazo de la humanidad. Por muy en serio que se lo tome, es un objetivo importante que da forma al resto de su política.
Dos cosas son notables aquí. Una es que estos problemas no son muy conocidos fuera de la industria de la tecnología, y priorizarlos sugiere que la gente cree que todos los demás pierden la oportunidad.
La otra es que Musk no intenta afrontar ese futuro a través de acciones gubernamentales o instituciones colectivas masivas como movimientos formales o sindicatos. En cambio, quiere resolverlo él mismo, a través de empresas jerárquicas con fines de lucro dirigidas por él, donde decide cómo asignar el capital.
En otras palabras, él es su propio tipo de tecnócrata: un ingeniero talentoso y un gran nerd que cree que los ingenieros y los nerds pueden diseñar mejores sistemas de gobierno y economía de los que existen hoy en día.
Como evidencia, está su problemático proyecto Hyperloop, el cualtrata de construir una nueva forma de transporte público y evita cualquier aportación de los expertos en tránsito tradicionales, quienes dicen que en esencia ha inventado autobuses muy ineficientes (también se encuentra entre los beneficiarios del proyecto de ley de infraestructura de Biden).
Es por eso que la profesora Lepore describe el muskismo como un contenedor de “mucho feudalismo”, y aclara: “Es como si existieran estos señores y el resto de nosotros somos el campesinado y nuestro destino está en sus manos porque ellos saben mejor… la presunción de que Jeff Bezos y Elon Musk, las dos personas más ricas del mundo, decidan el destino extraterrestre de la humanidad es una noción extrañamente regresiva”.
Musk tiene su propia respuesta optimista a tales afirmaciones. “A cualquiera que haya ofendido, solo quiero decirles que reinventé los autos eléctricos y enviaré gente a Marte en un cohete”, aseguró en Saturday Night Live en mayo. “¿Pensaron que también iba a ser un tipo normal y relajado?”.
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