Por Ángeles Sánchez Díez y José Manuel García de la Cruz – The Conversation
La pandemia de COVID-19 se ha saldado con una caída del 8.1% del PIB en América Latina, superando el impacto de la crisis en la Unión Europea y de otras economías emergentes.
No obstante, las economías latinoamericanas ya mostraban importantes debilidades antes del inicio de la emergencia sanitaria. Es decir, la pandemia ha recrudecido los problemas productivos y sociales de América Latina, como la perversa especialización comercial de la región, la debilidad del tejido productivo y del mercado de trabajo, y los problemas sociales.
Aunque hablemos en su conjunto de América Latina, las diferencias entre países son muy elevadas. Perú, Argentina, Ecuador, Panamá, El Salvador, México y Colombia han sido los países más afectados. Por el contrario, Paraguay, Uruguay y, especialmente, Guatemala se han visto afectadas en un grado semejante al de otras economías en desarrollo y emergentes.
Venezuela es el país que ha registrado una mayor caída de su producción, como en años anteriores, si bien esto no se puede achacar solo al impacto del virus.
El impacto sobre los sectores económicos
La pandemia habrá ocasionado el cierre del 2.7 millones de empresas latinoamericanas, es decir el 19% del total de las empresas. Pero las medidas de distanciamiento social y las limitaciones a la movilidad han afectado de forma desigual a las actividades económicas.
El turismo, la cultura, el comercio, el transporte y la moda han sido los sectores más afectados. Estos suponen el 24.6% del PIB y el 34.2% del empleo.
Por el contrario, las actividades que se han visto menos afectadas han sido la agricultura, la ganadería y la pesca, la producción de alimentos, los productos médicos y las telecomunicaciones. Estas actividades suponen el 14.1% del PIB y el 18.2% del empleo.
El 92% de la producción intensiva en tecnología ha sufrido un impacto fuerte por la crisis. Esta es una clara señal de alarma para el medio plazo: reaparece el viejo fantasma de quedar al margen de las tendencias mundiales, encaminadas ahora hacia la digitalización.
La crisis ha afectado a las empresas de forma diferente, según su tamaño. Más de 2.6 millones de microempresas cerrarán. De hecho, desaparecerá el 20.7% de las microempresas y solo el 0.6% de las grandes empresas. La gran mayoría son empresas dedicadas al comercio, a servicios comunitarios, sociales y personales, y hoteles y restaurantes.
El impacto sobre el mercado de trabajo
En 2020 el cierre de las actividades económicas no esenciales se tradujo en destrucción de empleo, particularmente en los meses de marzo, abril y mayo.
Sin embargo, en la gran mayoría de los países se establecieron mecanismos para mantener las relaciones laborales. Los ERTE latinoamericanos han salvado muchos puestos de trabajo. Aunque también se incrementó el número de personas desanimadas, que son aquellas que dejan de buscar empleo porque saben que no lo van a encontrar. Por eso el desempleo no creció tanto como hubiera cabido esperar.
El teletrabajo ha sido un elemento diferencial y muy importante para poder mantener la producción y la actividad laboral. Pero el teletrabajo no es posible para todas las empresas, ni para todos los empleados. Las pequeñas empresas y los trabajadores poco cualificados tienen mayores dificultades y, por lo tanto, también se han visto más perjudicados por las restricciones de la pandemia.
Las mujeres y los jóvenes están entre los colectivos más dañados. Las primeras tienen una fuerte presencia en el turismo y restauración y los segundos tienen trabajos más precarios.
Además, las mujeres han tenido que redoblar el tiempo de trabajo en el cuidado del hogar y de la familia, con nuevas obligaciones durante el confinamiento domiciliario.
Gran parte de los trabajos en América Latina son informales, si bien hay diferencias muy importantes entre países. El 92.1% de los trabajadores y trabajadoras no agrarias en Ecuador son informales, así como el 73.2% en Bolivia y el 68.5% en El Salvador. Son personas que se ganan la vida día a día, sin contratos ni derechos laborales; por esto, han estado, además, más expuestas al coronavirus.
La pandemia eleva la deuda pública y el déficit público
La pandemia ha afectado los ingresos y los gastos del sector público. Si la recaudación de impuestos se vio afectada por el cierre de actividades y por la caída del consumo, también se han incrementado los gastos públicos. Cabe destacar los gastos destinados a afrontar los impactos sociales del coronavirus.
La gran gran mayoría de países estableció instrumentos de ayuda directa a los hogares. Algunos ejemplos son el Ingreso Familiar de Emergencia en Argentina, el Bono COVID-19 de Chile, el Ingreso Solidario de Colombia, el Bono Proteger en Costa Rica o el Bono de Emergencia en Brasil.
El resultado de la disminución de los ingresos públicos y el incremento de los gastos ha sido un incremento del déficit público y de la deuda pública. Brasil y Argentina son los países con mayor nivel de deuda (en torno al 100% del PIB) y de déficit público (superando el 10% del PIB) en 2020.
Con la crisis caen el comercio, la inversión extranjera y las remesas
Si bien el comercio internacional se ha contraído en 2020 a nivel mundial, lo ha hecho de forma más severa en América Latina. Las exportaciones cayeron un 10.1% y las importaciones un 13.4%. También en este caso hay importantes diferencias según países.
Al margen de Venezuela, cuya crisis es mucho más profunda y tiene causas que van más allá del efecto de la pandemia, las economías centroamericanas han reducido sus exportaciones por encima de la media, así como Paraguay, Uruguay, Perú y Argentina. La caída en las importaciones ha sido más pronunciada en Panamá, Paraguay, El Salvador, Ecuador, México y Colombia.
Algunos países han podido aprovechar el impulso de sus exportaciones de productos médicos y los productos agrícolas. La CEPAL señala que Guatemala y Honduras se han beneficiado de las ventas de mascarillas y Costa Rica de las de equipos médicos, destinadas principalmente a Estados Unidos.
La mayor caída de las importaciones que de las exportaciones ha hecho que el déficit comercial de la región se haya reducido, pasando de 89,709 millones de dólares en 2019 a 21,620 en 2020.
La inversión extranjera también se ha reducido, aproximadamente un 50% según la UNCTAD y la CEPAL, situándose en 82,000 millones en 2020, particularmente en Perú, Argentina, Chile y Colombia. Además, las perspectivas de recuperación no son buenas: las empresas están registrando importantes pérdidas mientras bajan los precios de las materias primas. Europa sigue siendo el principal inversor en la región.
Las remesas de los trabajadores latinoamericanos desde fuera de la región se redujeron un 19.3% en 2020 según el Banco Mundial. Estas rentas son muy importantes en Centroamérica, donde representan entre el 13% y el 20% del PIB, especialmente para los hogares más vulnerables. Entre el 80% y el 90% de las remesas se destinan a cubrir necesidades básicas de los hogares, como la alimentación o la salud.
Retroceder lo avanzado: crecen la desigualdad y la pobreza
El cierre de actividades económicas, la destrucción de empleo y la reducción del comercio, la inversión y las remesas, tienen su reflejo en el incremento de la desigualdad y la pobreza.
En los años previos a la pandemia América Latina había conseguido reducir estos índices. La pobreza había pasado de afectar al 45.2% de la población en 2001, al 30.3% en 2019. Ahora, con el COVID-19, el número de pobres aumentará en 28.7 millones de personas, hasta alcanzar la cifra de 214.4 millones de pobres en la región. A su vez, la pobreza extrema afectará a 15.9 millones más, sumando en total 83.4 millones de personas.
Tras unos años en los que el índice de Gini había bajado de 0.53 a 0.46 entre 2001 y 2019, la pandemia ha ocasionados enormes costes sociales muy desigualmente distribuidos. Este incremento de la desigualdad ha reavivado las protestas sociales en la región, generalizando las ya manifestadas durante la segunda mitad de 2019 en Chile, Ecuador y Colombia.
En definitiva, la pandemia está teniendo un fuerte impacto económico y social en América Latina. Se ha incrementado el desempleo y se han cerrado empresas, se han deteriorado las cuentas públicas y han aumentado la pobreza y la desigualdad.
La recuperación dependerá de la evolución de la economía mundial y del dinamismo de los flujos internacionales en comercio y finanzas hacia la región.
Ángeles Sánchez Díez es coordinadora del Grupo de Estudio de las Transformaciones de la Economía Mundial (GETEM) en la Universidad Autónoma de Madrid.
José Manuel García de la Cruz es profesor de Estructura Económica y Economía del Desarrollo en la Universidad Autónoma de Madrid.
Este texto se publicó originalmente en The Conversation.