08-Dic-2020- Muchos ciudadanos no han ocultado su escepticismo ante las vacunas contra el COVID-19, con temores de interferencia política y una “velocidad extrema” en su desarrollo que debilita su confianza. Tan recientemente como en septiembre, casi la mitad de los adultos en Estados Unidos aseguraron que no tienen la intención de vacunarse, según un sondeo.

Pero con dos prometedoras vacunas listas para su lanzamiento, probablemente en cuestión de semanas, los expertos en ética y comportamiento de inmunización esperan que las actitudes cambien rápidamente de duda generalizada a demanda urgente, incluso acalorada.

“La gente habla de que las personas que están en contra de las vacunas pueden aplastar la captación. No creo que eso suceda”, dijo Paul Offit, vacunólogo del Hospital Infantil de Filadelfia, a los espectadores de un reciente seminario web de la Red JAMA. “Esto, para mí, se parece más al fenómeno Beanie Baby: el atractivo de una edición limitada”, agregó.

Reportes de que las vacunas producidas por las farmacéuticas Pfizer y Moderna parecen ser seguras y efectivas, junto con el énfasis deliberado en que la Administración entrante de Biden se basará en la ciencia, es probable que disminuya la incertidumbre, dijo Arthur Caplan, director de ética de la medicina en la Universidad de Nueva York.

“Creo que eso logrará dar vuelta al asunto de la confianza”, añadió.

Ese cambio ya es aparente. Una nueva encuesta del Pew Research Center muestra que, a finales de noviembre, 60% de los estadounidenses dijo que se pondría la vacuna contra el coronavirus.

Este mes, incluso cuando un grupo asesor federal se reunió para elaborar pautas para la distribución de vacunas, una larga lista de grupos de defensa, que representaban a los trabajadores de la salud a domicilio y los centros de salud comunitarios para pacientes con enfermedad renal, estaban presionando a los funcionarios estatales y federales con la esperanza de que sus electores fueran prioritarios para las escasas primeras dosis.

“Mientras más nos acercamos a que la vacuna sea una realidad, hay muchas maniobras por sacar ventaja, sin duda”, dijo Katie Smith Sloan, ejecutiva en jefe de LeadingAge, una organización sin fines de lucro que impulsa que miembros del staff y pacientes en centros de atención para personas mayores estén en la categoría de más alta prioridad.

Ciertamente, algunos consumidores permanecen intranquilos, dijo Rupali Limaye, un científico social y del comportamiento de la Escuela de Salud Pública de la Universidad John Hopkins. El miedo permanece de que farmacéuticas y los reguladores tomen atajos para acelerar la vacuna, incluso cuando los detalles de los ensayos clínicos se hacen públicos y el proceso de revisión se hace más transparente. Algunos trabajadores de la salud, que están al frente de la fila para recibir las vacunas, no están ansiosos por ser los primeros.

“Habrá gente que diga ‘yo quisiera esperar un poco más a los datos sobre seguridad’”, dijo Limaye.

Pero las dudas probablemente disminuirán una vez que las vacunas sean aprobadas y empiecen a distribuirse ampliamente, dijo Offit, quien forma parte del comité de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) que revisará las peticiones de autorización de emergencia que han sido presentadas por Pfizer y Moderna.

“¿Cómo puedo conseguir la vacuna?”

Offit predijo que la demanda por las vacunas podría rivalizar el clamor por las inyecciones contra la gripe de 2004, cuando problemas en la producción causaron una escasez severa justo cuando comenzó la temporada de influenza. Ello llevó a largas filas, dosis racionadas y discusiones éticas sobre distribución.

“Esa fue una vacuna altamente deseada”, dijo Offit, “pienso que, de muchas formas, eso puede pasar aquí”.

Inicialmente, el suministro de vacunas será limitado. Oficiales federales planean distribuir 6.4 millones de dosis a 24 horas de que la FDA otorgue su autorización, y otras 40 millones de dosis para final de año. Un comité de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades recomendó que las primeras inyecciones vayan a 21 millones de trabajadores de la salud en Estados Unidos, y a 3 millones de miembros de enfermería a domicilio, antes de que sea llevada a otros grupos dependiendo de una jerarquía con base en factores de riesgo.

Incluso antes de que alguna vacuna esté disponible, algunas personas están tratando de mejorar sus posibilidades de acceder a ella, dijo Allison Kempe, experta en diseminación de vacunas y profesora de pediatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado.

“Algunas personas me han llamado y dicho, ‘¿Cómo puede conseguir la vacuna?’”, dijo, “creo que no todas las personas estarán felices de esperar, eso es seguro. No creo que haya disturbios en las calles, pero habrá mucha presión”.

Ello seguramente generará emocionales debates sobre cómo, cuándo y a quién se le darán las siguientes dosis, dijo Caplan. Bajo las recomendaciones de los CDC, aquellos en línea incluyen 87 millones de trabajadores cuyo trabajo es considerado “esencial” – una amplia y mal definida categoría – así como a 53 millones de adultos de 65 años y más.

“Vamos a tener algunas peleas sobre los grupos de alto riesgo”, dijo Caplan.

Las conversaciones serán complicadas. ¿Las personas en prisión, que tienen poco control sobre su exposición al COVID-19, tener prioridad? ¿Y los jugadores profesionales de algún deporte, cuyas presentaciones podrían mejorar el estado de ánimo de la sociedad? ¿Y quienes viven en centros de cuidado para personas con discapacidades intelectuales y del desarrollo, quienes son tres veces más probables de morir de COVID-19 que el resto de la población?

Control sobre dónde distribuir las vacunas recae en los estados, así que se espera que ahí ocurran los conflictos más grandes, dijo Caplan, “será una pelea corta, espero, en el sentido que se hará en unos pocos meses, pero creo que será muy vocal”.

Una vez que los suministros sean más abundantes, quizá en mayo o junio, otra consideración seguramente impulsará la demanda: el requisito de presentar prueba de vacunación para trabajar y viajar.

“Será inevitable ver pasaportes de inmunidad y que se requiera mostrar un certificado en el tren, avión, autobús o metro”, dijo Caplan, “probablemente también para entrar a algunos restaurantes y edificios de Gobierno”.

Pero con una difícil oleada de casos por el invierno por delante y nuevas predicciones que prevén que el COVID-19 tomará la vida de hasta 450,000 personas en Estados Unidos en febrero, la trágica realidad de la enfermedad, sin duda, incrementará la demanda por la vacuna.

“Las personas ahora conocen a alguien que le dio COVID, a alguien que ha estado hospitalizado o que desafortunadamente ha fallecido”, dijo Limaye.

Kempe dijo: “Todos lo estamos viendo ahora. Incluso los negacionistas están empezando a ver lo que puede hacer la enfermedad”.

Agencias